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Flojos y prevaricadores

El genio popular es muy hábil para dar un tono burlesco a los hechos más complejos. La historieta del día que corre por los mentideros periodísticos es la siguiente: “En tiempos de García Meza y de su ministro del Interior, Luis Arze Gómez, había que ir con el testamento bajo el brazo, en la actualidad, hay que andar con el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua Castellana bajo el brazo”.

El ilustrado lector habrá entendido que la broma se refiere al desorbitado conflicto que el Gobierno se ha buscado, a causa de dos simples palabras que cualquier ciudadano de a pie reconoce como sinónimos, es decir, “flojera” y “flojo”.
Pensé que, al haberse complicado el caso del proceso penal contra la Agencia de Noticias Fides, El Diario y Página Siete, lo más oportuno sería consultar al presidente de la Academia de la Lengua en Bolivia, Dr. Mario Frías Infante, a quien le pregunté por los significados de dos palabras sobre las que los actuales émulos de los doctorcitos de Chuquisaca han montado un tinglado procesal, improcedente y malicioso.

El Dr. Frías aclara: “El término ‘flojera’ es un sustantivo y el término ‘flojo’ es un adjetivo. Ahora, los dos contienen la misma raíz. En realidad, de flojo deriva flojera. Entonces, en cuanto a significado, la diferencia no es significativa, no es apreciable la diferencia, incluso le diría yo que es menos duro el poner ‘flojera’ que ‘por flojos’, porque ‘por flojos’ está ya acusando, directamente, está tipificando a una persona; ‘por flojos’. Está indicando que los cruceños, son flojos. En cambio, al decir ‘por flojera’, simplemente podría ser una situación accidental”.

“Al poner ‘son flojos’ —prosiguió— es una condición permanente. En cambio al poner ‘por flojera’, la flojera sería por una causa temporal, una causa incidental digamos, accidental momentánea. Usted, por ejemplo, por flojera puede levantarse tarde de la cama un día, pero eso no significa que usted sea un flojo.” Hasta aquí, el Dr. Frías.

No obstante, lo peor viene ahora. Me refiero a que se nos acusa de “provocar el enfrentamiento y, consecuentemente, odio racial y discriminación y puesto en peligro la unidad del Estado Plurinacional”. Se necesita muy mala fe para formular esta denuncia. ¿Qué mente retorcida habrá ideado tamaña calumnia? Y siendo la buena fe una condición jurídica para perfeccionar acciones legales, llegamos a la conclusión de que la mencionada denuncia, desde el inicio de la querella criminal, podría calificarse como un prevaricato, ya que los agentes judiciales asignados al caso saben, pero simulan no saberlo, que todo este galimatías es una maniobra política para “sentar un precedente” —según palabras del Ministro de Gobierno— a los medios de comunicación que no se someten al pensamiento único que el Gobierno pretende implantar en todo el país. Sólo el desistimiento de la causa por parte de los juzgadores podría evitar la condena de la opinión pública. Cosa poco probable porque el propio vicepresidente García Linera ya ha tomado cartas en el asunto, al anunciar la firme decisión gubernamental de consumar la querella.