Nuestro país cuenta con la Ley 1333 de Medio Ambiente, promulgada el 27 de abril de 1992, que —entre otras cosas— prohíbe la venta de animales silvestres. Lamentablemente, a pesar de la existencia de esta norma, el tráfico y venta de especies silvestres, animales exóticos y en peligro de extinción es una realidad.    

Es hora de que la gente tome conciencia de que el hábitat de estos animales no es la ciudad, no pueden vivir en casas ni en jaulas.

Sin embargo, hay iniciativas que son loables y dignas de emular; existen personas que se preocupan por el bienestar de los animales y se esfuerzan por brindarles un lugar digno donde vivir. Particularmente, quiero resaltar el trabajo que cumple en favor de los animales silvestres la comunidad Inti Wara Yassi.                                                         

Fue precisamente el abuso hacia los animales que llevó a Juan Carlos Antezana el año 1992 a fundar un  refugio para protegerlos. Tal objetivo se concretó en los terrenos del parque Machía, cerca de Villa Tunari (Cochabamba), para albergar y rehabilitar a animales salvajes.

En esta reserva viven diversas especies de monos, tejones, pumas, boas, parabas, tortugas y otros animales propios de la región. De esta manera, el parque Machía se convirtió en el hogar de miles de animales maltratados, pues lo que hacen es rescatarlos de gente que de manera ilegal los tiene como mascotas.                                          

Cuando uno va de vacaciones o por cualquier otro motivo a Villa Tunari, esta hermosa reserva es el punto de inicio del recorrido de todos los atractivos que tiene el lugar.

Se encuentra a un kilómetro del pueblo y se abre de martes a domingo de 09.30 a 17.30. Con cerca de 20 minutos de caminata uno se halla en el puesto de control de ingreso.

El costo de la entrada es de cuatro bolivianos para los turistas nacionales y seis bolivianos para extranjeros. Los niños sólo pagan dos bolivianos. Al ingresar al Machía, el visitante ve un paradisiaco lugar, donde por unas horas puede ser partícipe de la maravillosa experiencia de convivir con los animales en su hábitat. Y son los mismos animales los que se encargan de dar la bienvenida al visitante, pues por ejemplo los monos se acercan a las personas sin miedo alguno. El contacto directo con ellos es una experiencia maravillosa

En el parque Machía viven voluntarios nacionales y extranjeros, los que curiosamente pagan por trabajar en este lugar. Estas personas vienen  de diversos países, como Inglaterra, Francia, Canadá, Italia, entre otros.

Estos voluntarios hablan de lo gratificante que es realizar esta labor. Al hacer el recorrido por el parque, uno se da cuenta de la entrega total de estas personas al cuidado de los animales. Esto sin duda es más que destacable, ojalá más gente se diera tiempo y sobre todo abriera su corazón para que termine el maltrato hacia los animales y se les dé una vida digna.