La familia mala de Humala
Son varias las pesadillas que su progenie le causa y que preocupan al líder reformista
Se dice que la mujer del César, además de ser honesta, también debe parecerlo. Pero a los parientes, ¿quién los controla? Hay árboles genealógicos que debían ser talados de raíz y ese es el caso que asola al presidente peruano Ollanta Humala, actualmente enredado en un escándalo de conflicto de intereses que compromete seriamente a su hermano menor Alexis, cuya empresa vendió medicamentos al Estado, con la ventaja que supone su proximidad al poder. Su codicia ya fue harto publicitada cuando antes de la investidura presidencial organizó un viaje de negocios a Rusia, para ensartar contratos imaginarios, pero comisiones tangibles. La primera dama, Nadine Heredia, exige que la ley sea implacable con su cuñado, sin convencer a los medios, por su reciente viaje al Brasil, junto a una comitiva de 26 personas, utilizando el avión presidencial, sin urgencia aparente. Son varias las pesadillas que su progenie le causa y que preocupan al líder reformista.
Tres otros Humalas lo enfrentan: Antauro, exmilitar, que purga desde 2005 una pena de 19 años como golpista fracasado; y Ulises, ingeniero que se postuló contra Ollanta en las elecciones de 2006. Hace unos días su hermanita Imasumac, en París, protestó contra la concesión de la mina Conga, ahora suspendida. Mientras tanto, el patriarca de la familia,
Isaac Humala, abogado de 81 años, defiende los tráficos de su vástago, tildando al presidente del Consejo de Ministros de “pendejo”, y a su dinámica nuera de “borrachita de poder”, aunque ella desmienta el rumor de su posible candidatura en 2016. El aguerrido octogenario manifiesta decepción por la ejecutoria de Ollanta, considerada demasiado derechista; y en cambio, vaticina que Antauro será algún día presidente, por haberlo concebido así, aún no nato, cuando fue procreado con su consorte, de origen italiano, Elena Tasso. No obstante,
Isaac, ultranacionalista, es el ideólogo-fundador del Movimiento Etnocentrista que reivindica los derechos de la raza cobriza, a cuya bandera sumó desde el bautizo —como sus nombres lo indican— a sus siete herederos: Ulises, Ollanta, Antauro, Pachacutec, Katia, Cusi Coyllur e Imasumac.
La severa crítica paterna a Ollanta contrasta con la evaluación objetiva de la comunidad internacional, que lo juzga un dirigente cauto, discreto en sus palabras, sin confiscaciones que ahuyenten la inversión extranjera, que conserva un admirable crecimiento económico, que prueba su nacionalismo con una apta diplomacia profesional y que erradica tenazmente a los narco-cocaleros.
Tampoco la corrupción entre la parentela palaciega es propia del Perú. Existe en la Zarzuela española con el procesado yerno del Rey; en Ecuador, con un hermano de Rafael Correa; en Chile, con el fratelo badulaque de Sebastián Piñera; y en Bolivia, con el convicto yerno del dictador Banzer. Ante esa irremediable fatalidad quizá sea buena la recomendación del adagio castellano para los mandatarios precavidos: ¡parientes pocos y lejos!