El 7 de octubre se celebrarán las elecciones en Venezuela. Por primera vez en 14 años, Hugo Chávez no tiene la seguridad de ser reelecto. Las tres veces anteriores venció sin dificultades y aprovechó esas circunstancias para consolidar su mando omnímodo. Después de cada elección, Venezuela resultó menos democrática y sus ciudadanos restringidos en sus libertades básicas. También y de manera paradójica, dados los precios alcanzados por el petróleo, el país se empobreció y la desigualdad social se acrecentó.

El presidente–candidato lleva adelante su campaña convaleciendo de un cáncer cuya actual situación sólo conocen él y unos pocos médicos cubanos. Esta situación ha provocado que sus apariciones públicas sean pocas y que su equipo estratégico se haya concentrado en la propaganda por los medios de comunicación masivos.

Tiene al frente a un abogado caraqueño de 40 años curtido en varias elecciones, en las cuáles siempre resultó ganador. Henrique Capriles fue el más joven presidente del Parlamento, alcalde dos veces consecutivas del municipio de Baruta y gobernador del Estado de Miranda, el segundo más poblado del país. Le ganó las elecciones nada menos que a Diosdado Cabello, el segundo hombre de la “revolución bolivariana”. Sin embargo, no todo fueron rosas en su vida política, ya que tuvo que soportar la prisión y el constante acoso judicial por parte del régimen.

La estrategia electoral de Capriles se decantó por la simplicidad y la eficacia. Recorre sin descanso Venezuela estableciendo un contacto directo con los electores. Una investigación independiente estableció que una población de la guajira, cuyos electores estaban en un 90% inclinados a votar por Chávez, después de la visita del candidato opositor, cambiaron su intención de voto uno de cada dos.

Tal vez esto explique por qué la ventaja que Chávez marcaba en las encuestas se haya ido acortando. A pesar de la desproporcionada presencia mediática del candidato–presidente, parece que el “puerta a puerta” de Capriles está rindiendo frutos más allá de las expectativas más optimistas.

En el pasado, el azar jugó para Chávez, pero la situación ha cambiado: la matanza en la cárcel de Yare que dejó 26 muertos y la tragedia de la refinería en Amuayen, donde murieron 40 personas, atribuidas a la negligencia oficial, han sido de las peores noticias que recibió el Gobierno venezolano durante la campaña.

Si a ello sumamos los desatinos verbales contra Capriles y la sensación inédita de vulnerabilidad que transmite Chávez, podemos pensar que estamos a las puertas del fin de una época en Venezuela, con definitivas consecuencias para la región y en especial para nuestro país, pero ese ya es material para otra columna.