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Focos de calor

En los últimos días, los focos de calor en el país se duplicaron: de 500 registrados el jueves, el fin de semana pasaron a más de 1.000. Cifra que previsiblemente se incrementará en las siguientes semanas, pues es un hecho que el fuego constituye una herramienta ampliamente utilizada entre los agricultores y ganaderos nacionales, para el acondicionamiento de suelos.

El problema es que esta práctica, implementada sin ningún tipo de cuidado ni coordinación con entidades gubernamentales, es la principal causa de los incendios forestales; fenómenos que además de destruir la biodiversidad y los servicios ecológicos que prestan los bosques, se traducen en humaredas que provocan infecciones respiratorias y conjuntivitis entre la gente, especialmente entre niños y ancianos.

Considerando que las quemas son una herramienta efectiva, barata y bastante arraigada en el país, en este mismo espacio se ha resaltado la necesidad de enfrentar los incendios forestales no cuando están en proceso, pues entonces son muy difíciles de contener, sino meses antes, con la mirada puesta en la raíz del problema: los focos de calor. Ello debido a que el país no cuenta con los medios ni conocimientos técnicos como para enfrentar incendios que cuentan con una inmensa cantidad de combustible, y que generalmente se desarrollan en lugares apartados, lo que dificulta aún más su contención.

En este sentido, se sugería aprovechar la tecnología satelital y los antecedentes en manos de las gobernaciones respecto de las zonas que tradicionalmente son víctimas del chaqueo y susceptibles de sufrir incendios. Para, una vez identificadas, organizar brigadas temporales de vigilancia y cuerpos de guardaparques, con formación preventiva ambiental, que intervengan en esas regiones, controlen y eviten la extensión de las quemas; construyendo senderos y fuentes   de agua que contribuyan a controlar el avance del fuego. 

Por otra parte, urge organizar campañas educativas —a través de medios de comunicación, redes sociales, eventos con organizaciones territoriales y vecinales— en las que se enseñen alternativas de acondicionamiento de los suelos, o al menos la manera más responsable de manejar el fuego, en función a las necesidades y posibilidades socioeconómicas de las comunidades, y las particularidades geológicas y geográficas de cada región.

Aún estamos a tiempo de evitar desastres como el que ocurrió en 2010, cuando más de un millón de hectáreas de bosque fueron quemadas; pero también para romper el círculo vicioso en el que anualmente participan autoridades, medios de comunicación y ciudadanos en general, acostumbrados a protestar y rasgarse las vestiduras contra los efectos de los chaqueos, pero cuando éstos son no sólo inminentes sino además incontrolables.