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Mineros, los de antes

Cada ampliado de la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia era una escuela. Había oradores de todas las tendencias políticas de izquierda. Desde los comunistas con su inmenso aparato, hasta los radicales trotskistas con su discurso incendiario. El país entero esperaba que los oradores se pronunciaran y dieran una orientación respecto a hacia dónde debería ir Bolivia. Pero, claro, eran otros tiempos. Todavía recuerdo una clase obrera que rechazaba el economicismo y apostaba por la política, incluso cuando sus demandas eran salario mínimo vital con escala móvil.

No quedan más que cenizas de esos tiempos, en eso el neoliberalismo parece haber vencido. Hoy los mineros sindicalizados se enfrentan con los cooperativistas por un poco más de plata, sin pensar en la proyección política de que el Estado tenga el control sobre los recursos naturales. El resultado es una violencia fratricida.

Si hay una palabra que falta en nuestro diccionario cotidiano es planificación. Todo lo vemos a corto plazo. Proyectamos muy poco las cosas, y lo urgente siempre posterga a lo importante. Y el final es que vivimos el momento haciendo parrillada con las vacas gordas, sin pensar que vendrá el tiempo de las vacas flacas.

La minería en Bolivia (pese a siglos y siglos de explotación) está en pañales, apenas hemos rezagado la superficie. En Mallku Khota, en Colquiri y en la cordillera en general hay mucho más que piedras. Pero se requiere de una política centralizada para su explotación. Una política que piense en el empleo, claro está, pero también en los recursos naturales, en la ecología y en el futuro de las comunidades que rodean la mina.

Esas determinaciones no pueden ser tomadas sin la participación de los propios trabajadores, quienes deben apuntar hacia la construcción de una política integral. Y para ello los mineros deben despolitizarse; dejar de pensar en el día a día y asumir su rol: ser parte de esa vanguardia de la transformación. No como voto, no como masa movilizada únicamente, sino además como parte de un proceso que nos ayude a ver el país del 2025, el del bicentenario de nuestro nacimiento. Y para ello hay que volver a los mineros de antes, a los que aprobaron la Tesis de Pulacayo, a los que combatieron a la dictadura, a los que daban una mita (una jornada de trabajo) a favor de la democracia. Y así habrá mañana.