Existe la percepción de que los pitbull son perros agresivos y peligrosos. En parte por sus características físicas, que le confieren gran fuerza, agilidad y una mordida de gran potencia; pues han sido manipulados genéticamente para ser animales de pelea. Otro de los motivos que alimenta su mala fama deviene de los incidentes que continuamente se difunden en la prensa. Por ejemplo, recientemente la Unidad de Zoonosis capturó y después sacrificó a un pitbull que andaba libre por las calles de Chasquipampa, atacando a otros canes. De igual manera, meses atrás, un perro de esta raza cercenó los testículos de un bebé en El Alto.
A pesar de estos incidentes, los expertos insisten en que los pitbull no son por naturaleza agresivos, y que en realidad el problema son los dueños, quienes los crían de forma agresiva y los acostumbran a pelear con otros canes.
De allí la importancia de sancionar las peleas de perros, práctica que además de lastimar injustamente a los animales, pone en riesgo a la población. Por otra parte, urge hacer cumplir las normas que obligan a los dueños de este tipo de perros sacarlos a la calle siempre con un bozal y una correa corta; pero también implementar estrategias que desincentiven su tenencia y comercialización, como por ejemplo el pago de tributos.