Recursos naturales, ¿una maldición?
El problema no está en los recursos en sí mismos, sino en la forma cómo se los usa y se los distribuye
Se ha tornado común considerar la existencia de la “maldición de los recursos naturales”, forma trivial de una teoría que plantea que los países que cuentan con recursos naturales están condenados a padecer bajos ritmos de crecimiento, pobreza extendida y serias inequidades en la distribución del ingreso. Es algo así como creer que un individuo que posee una mansión, sólo por el hecho de tenerla está condenado a ser pobre. ¿Será esto cierto? ¿Puede alguien ser tan irracional para quemar la mansión y pasar el invierno?
Teorías así no son nuevas, de hecho, rinden tributo a Thomas Robert Malthus (1766-1834) quien en su época planteó que la humanidad estaba condenada a padecer hambrunas porque crecía a un ritmo desenfrenado. Quien haya leído Los Miserables de Víctor Hugo (1862) puede observar que en aquellas épocas el hambre era cosa de todos los días. Muchas bocas para poco pan, decía el clérigo, y la realidad parecía darle la razón.
Fue Karl Heinrich Marx (1818-1883) quien derrotó la teoría malthusiana realizando una proposición atrevida para su época: “Los alimentos que producía el mundo eran suficientes no sólo para alimentar a la población existente, sino a tres veces ella”. Su razonamiento era sencillo, dado el avance tecnológico la producción crecía a pasos gigantescos (lo que él llamaba las fuerzas productivas).
La existencia de hambrunas no se explicaba por el rápido crecimiento de la población, sino por la forma en la que se distribuía el producto; en tal sentido, Marx cuestionaba la apropiación privada del mismo que dejaba a millones de hambrientos; por tanto, era el tipo de organización económica la que producía el hambre y no las personas. Pero además, Marx llamaba la atención sobre el contenido político de la teoría malthusiana, si se convencía a las masas de que el problema eran ellas entonces no criticarían el orden social.
La “maldición de los recursos naturales” tiene una lógica similar. El problema no está en los recursos en sí mismos, sino en la forma cómo se los usa y se los distribuye. En Bolivia, en los 90’, el gas se encontraba en manos de las transnacionales. Curiosamente en esa época la pobreza aumentó, el desempleo cundió y la desazón social era total. Tras la nacionalización, las cosas cambiaron, el dinero que antes se iba para fuera ahora se queda dentro del país. Ello ha permitido que la inversión pública crezca (ya triplicó a los mejores años de la capitalización), que la pobreza se reduzca y el empleo se incremente.
Los teóricos de la “maldición” no sólo rinden tributo a la economía de Malthus, lo hacen también a su vocación religiosa. Expresan que Bolivia creció en los últimos años merced a precios altos de las materias primas, pero olvidan decir que sin la recuperación de los recursos naturales todo ese dinero se iría para las transnacionales; seleccionan aquellas pruebas que confirman el dogma, el resto sencillamente no existe. Ahora esperan que Bolivia se derrumbe tras la caída de los precios de materias primas, algo que no ocurrirá pues el nivel de ahorro del país supera el 30% del producto. En este contexto, ¿los recursos naturales son una “maldición”?