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¿Por qué el euro?

Es clásico el caso económico de un país que tiene tanto éxito con un producto de exportación que su exceso de divisas hace que abunde la moneda extranjera, mientras falta la propia para pagar sueldos, el arriendo, el pan y las verduras. Entre 1970 y 1980 el florín de los Países Bajos se apreció cerca de un 25%, por tanto todas las demás exportaciones del país (equipos, quesos, margarinas, semillas y una infinidad de productos que alimentaban una sociedad floreciente) perdieron su competitividad con respecto a sus países vecinos, con lo cual se empobreció buena parte de la población productiva, mientras los precios internos se disparaban al alza. Los ingresos del petróleo del Mar del Norte alimentaban apenas los grandes capitales y al Estado.

El gas boliviano no parece ser un causante futuro de una Enfermedad holandesa, no se asoman en el horizonte inversionistas interesados en expandirlo, ni mercados en comprarlo. La aventura del acero comenzó y terminó mal; sin embargo, el litio, bien manejado, podría llegar a distorsionar la economía boliviana en este sentido.

Hasta ahora, el manejo monetario del país ha sido impecable y la cocaína o la inversión extranjera no han desestabilizado el boliviano, como sí lo hicieron con el peso colombiano que está revaluado ya en más de un 50%, lo cual frena el enorme potencial de desarrollo de ese país.

El mundo presencia  ahora, sin embargo, una nueva versión de esta enfermedad, la que experimenta virtualmente Alemania (porque no la vive). Las exportaciones ya sobrepasaron el millón de millones de euros. Pensemos que cada alemán (sin importar si es niño, maestro u obrero) exporta cerca de $us 15 mil anuales; el riesgo de una economía exportadora tan exitosa sería algo mucho peor que la enfermedad holandesa estudiada por Corden y Neari; es una situación equivalente a la que hundió hace unos años al Japón. ¿Por qué no ocurre semejante hecatombe tan fácil de anunciar?

Simplemente por el invento del dichoso euro que pasa el mismo rasante por Múnich y por Ljubljana, en la Eslovenia rural. La gran masa expandida de países pobres que luchan por exportar, que conforma la nueva economía-Euro, le permite a Alemania darse el lujo de semejantes exportaciones sin una revaluación de la moneda, que nos haría irremediablemente pobres a todos los alemanes. El invento del dichoso euro salva la economía de su inventor. Sólo así se entiende la pasión con la que Angela Merkel lucha por salvar la divisa en Europa, se enfrenta a los demás países para prestar más plata a Grecia o a España, e invoca al FMI para que ponga orden en sus deudas. No es sólo la defensa de los propios bancos que prestaron el dinero al sur, sino la misma salvación del país, en compañía de su principal socio comercial: Francia.