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Discutir el aborto

Hoy se recuerda en muchas partes del mundo el Día por la Despenalización del Aborto, fecha elegida en 1990 por movimientos feministas de América Latina y el Caribe para demandar a sus respectivos gobiernos despenalizar esta práctica, iniciativa que pronto fue recogida en muchas otras partes del planeta. Por muchas razones, el debate es necesario y urgente.

En efecto, las estadísticas muestran que cada día se realizan 55 mil abortos inseguros en el mundo, 95% de ellos se practican en países en vías de desarrollo, los cuales son responsables de una de cada ocho muertes maternas. Se calcula que en América Latina cada año poco más de 4 millones de mujeres deciden abortar, el 95% de los casos son clandestinos e inseguros, lo que causa una de cada tres muertes maternas en la región, y de aproximadamente 800 mil hospitalizaciones por año. Claro está que la mayoría de las víctimas del aborto clandestino e ilegal son mujeres de escasos recursos.

Así, la primera y más importante razón para debatir la despenalización del aborto es de salud pública. No se puede seguir condenando a las mujeres a poner su salud y su vida en riesgo sólo porque la mirada patriarcal se rehúsa a reconocer a las mujeres el derecho de decidir sobre sus cuerpos y sobre su salud sexual y reproductiva, obligándolas a llevar a término embarazos a menudo no deseados. De ahí que se afirme que quien se opone al aborto no necesariamente está a favor de la vida, sino a favor del aborto clandestino.

Otra razón para debatir la despenalización del aborto tiene que ver con el efectivo ejercicio de los derechos por parte de las mujeres. El negarles la posibilidad de decidir sobre su cuerpo y su vida, pero sobre todo el impedir que accedan a servicios de salud seguros y confiables, es una forma de discriminación y un atentado contra sus derechos humanos, irónicamente en nombre de los derechos de un embrión.

Las mujeres y hombres movilizados en favor de la despenalización del aborto no piden la promoción de esta práctica, probablemente ni siquiera sean capaces de recomendársela a nadie, pero ante la realidad demandan que el debate incluya hablar, entre otros aspectos, de condiciones para que la realización del aborto sea legal, gratuita, segura y accesible para todas las mujeres que lo decidan; el cese de las persecuciones judiciales, selectivas y abusivas de mujeres que han abortado o de quienes defienden estos derechos; la eliminación de argumentos de tipo religioso en las decisiones de los Estados; y medidas contra las actitudes de quienes por oponerse al aborto ponen en riesgo la salud y la vida de las mujeres.

El aborto no debe ser entendido como un crimen ni como un delito. Es probable que no haya una sola mujer en el mundo que lo haga porque quiere, sino porque las circunstancias la obligan.