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Sol encabritado

Acabo de regresar de Chicago de una visita familiar que naturalmente me acercó mucho a mis nietos gringos de cinco y ocho años. Son niños que hablan español con acento y lo construyen en inglés, y se mueven en un mundo totalmente norteamericano de valores, deseos y oportunidades. Forman parte de la e-generación; sus tareas les llegan a la web de su curso, juegan continuamente con su iPod y el Wii, naturalmente rechazan el brócoli y la calabaza. Cabe la pregunta, siquiera académica, de: ¿Qué pasaría si todo su mundo artificial se viniera abajo? Un mundo en el que casi toda la comida se la producen unas seis empresas con diferentes caras comerciales y depende del petróleo importado del otro lado del mundo. ¿Cuánto durará?

Recordemos que en 1869, en los albores de la electricidad, buena parte de los telegrafistas del mundo desarrollado murieron electrocutados o en el incendio de sus oficinas. ¿Qué pasó hace siglo y medio? Una explosión solar importante ocurrió ese año, y ahora hay una posibilidad en ocho de que en el ciclo que estamos viviendo (2011-2015) o en el próximo (2020-2024) ocurra una segunda gran explosión solar.

Nuestra estrella se encabrita cada década, y es esperable un pico entre 2012 y 2014. En la pequeña llamarada de marzo se quemó la fuente de nuestro televisor y el técnico del barrio me contó que le habían llegado más de una docena de equipos con la misma falla en esa semana. La radiación casi inmediata (ocho minutos) proyectaría las más bellas auroras boreales de la historia reciente, y causaría daños genéticos. Las partículas atómicas de alta velocidad, a más de 2.000 km por segundo, que llegarán en unas horas fundirían una buena parte de los transformadores de alto voltaje en el mundo, los equipos electrónicos y los satélites; entraríamos en una “era oscura” medieval por varios años, ya que dichos equipos se fabrican a pedido y los países industrializados priorizarían su necesidad local; la mayor parte de los equipos electrónicos quedaría inservible. Ya hay una estrategia para generar un apagón en el mundo desarrollado durante las horas que tomará la llegada y el efecto de las partículas.

La Waldorf School de Península, en California, es una de las escuelas privadas que eligen los hiperconectados empleados de Google, Apple y otras empresas de punta de la computación, para que sus hijos se eduquen alejados de todo tipo de pantalla hasta los 15 años, aprendan a sembrar, a pescar y a construir, con un pensum rico en conocimientos básicos (historia, matemáticas, ciencias naturales, ética). Sus padres con PhD, que nos están envenenando con el facilismo, quieren que aprendan a sobrevivir en los mundos en que les tocará vivir. Los países latinoamericanos, y en especial Bolivia, están mucho mejor armados para sobrevivir un accidente como el que se avecina durante el próximo siglo.