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Contigo ni sin ti: coaliciones

Más allá del cordial rechazo a la invitación de Samuel Doria Medina para formar parte de un frente amplio de la oposición en Beni, la carta de respuesta de Juan del Granado plantea importantes cuestiones en torno a lo que en la literatura sobre el tema se denomina “disponibilidad de coalición”. Es como si se tratara de un inventario preventivo de potenciales (no) socios, así como la exposición de condiciones, por parte del Movimiento Sin Miedo (MSM), para establecer alianzas políticas. Veamos.

¿Con quiénes aliarse? ¿Con quiénes no? ¿Cuál es la línea que separa a unos de otros? ¿Cuáles los límites, si acaso, las razones, las circunstancias? Estas interrogantes, siempre fundamentales, adquieren especial relevancia en torno a las señales de una parte de la oposición político-regional en Bolivia que, desde su actual fragmentación y debilidad, anhela conformar una fuerza electoral única (a la usanza de sus pares venezolanos) para hacerle frente al MAS/Gobierno en diciembre de 2014.

En ese horizonte, un aspecto esencial, subrayado en la mencionada carta del MSM con evidente espíritu autocrítico, es la Historia. Y no sólo la historia reciente que les niega una posible (re)alianza con “la catástrofe masista y su desgobierno” (del cual formaron parte durante más de cuatro años), sino en particular la historia más larga que les imposibilita pactar con los privilegiados patrones de la derecha que, es bueno recordarlo, “alentaron y apoyaron sangrientas dictaduras” en el país.

Así, tras identificar el actual evismo como adversario común y marcando territorio respecto a la vieja “partidocracia” (de la cual, sin embargo, provienen), los Sin Miedo buscan convertirse en una suerte de tercera vía. En tal condición seguramente podrán aliarse con Unidad Nacional (UN), pero no con fuerzas políticas de líderes regionales enemigos del proceso de cambio como Rubén Costas y Ernesto Suárez. Tampoco les cabrá ningún pacto con la manfedumbre y sus aleteos federales.

Pero sobre pactos políticos nada está dicho. Bastará recordar que en los “dorados” años de la democracia pactada, que hoy la oposición y algunos operadores mediáticos recuerdan con nostalgia, hubo enemigos irreconciliables que, en nombre de la gobernabilidad, cruzaron ríos de sangre, hicieron pactos de la cerveza, armaron megacoaliciones y, tapándose las narices, supieron “qué difícil es amar a Bolivia en ciertas circunstancias”. Eran tiempos de coaliciones promiscuas y contranatura.

Como sea, más allá de los viejos y nuevos criterios para definir aliados políticos y/o, en su caso, frentes electorales “uniquistas”, la carta de Juan del Granado insinúa otra cuestión fundamental: el futuro, esto es, la visión-proyecto de país. ¿En qué convergen, en qué se separan, las organizaciones políticas de la oposición respecto al actual proceso posconstituyente y su nuevo modelo de Estado Plurinacional? ¿Quieren cambiarlo, profundizarlo, encauzarlo o, acaso —“restauradores”— abortarlo?

“No subestimemos la inteligencia de la gente que sabe distinguir por quién votar y cuándo hacerlo”, dice también la misiva enviada al entusiasta Doria Medina. Al parecer, sin mencionarlo, tales palabras ponen en cuestión el mecanismo adoptado por el ahora desportillado frente opositor en Beni de contratar encuestas para sopesar musculaturas y seleccionar candidatos. Como si la respuesta más popular a una pregunta pudiera medir o, peor, sustituir el liderazgo político.

Y a propósito de frentes-candidatos únicos, la oposición boliviana tendrá hoy un fuerte indicador sobre sus aspiraciones con el resultado de las elecciones presidenciales en Venezuela. “Ese es el camino”, dirán en un caso. “Son lecciones aprendidas”, dirán en el otro. Y mañana seguirán en la duda de si el MAS perdió solito sus dos tercios en la Asamblea o si ellos, todos juntos —incluidos “diputados del TIPNIS” (sic), despistados y disidentes— ya son un tercio más dos. Coaliciones.