Almirante Grau
El valor y la nobleza de Grau son reconocidos hasta ahora por propios y extraños.
Hace 133 años se desarrolló una cruenta guerra que enfrentó a Chile contra Bolivia y Perú. En esa conflagración, el 8 de octubre de 1879, las Armadas del Perú y Chile se enfrentaron en Punta Angamos, entonces litoral boliviano. Ese día marcaría el fin de las peripecias del mítico monitor Huáscar y su célebre capitán, el Almirante Don Miguel Grau Seminario.
La escuadra peruana estaba compuesta tan sólo por dos embarcaciones: el monitor Huáscar y la corbeta Unión. La flota chilena comprendía seis barcos fuertemente armados. A pesar de la superioridad de la fuerza naval chilena, el almirante peruano mantuvo en vilo a la escuadra contraria, situación que fue reconocida por el historiador chileno Barros Arana en su obra Historia de la Guerra del Pacífico, quien narra que para el frente de ataque de ese país “antes de abrir la campaña terrestre convenía aniquilar el poder naval del Perú, o por lo menos destruir al monitor Huáscar”.
El valor estratégico del Almirante Grau y del acorazado Huáscar (considerado como el segundo blindado acorazado a flote más antiguo del mundo después del HMS Warrior) para las fuerzas aliadas de Bolivia y el Perú fue comprendido perfectamente por los capitanes chilenos, quienes idearon un plan para derrotarlo. El 8 de octubre de 1879, frente al litoral boliviano de Punta Angamos, cuando el Huáscar navegaba junto a la corbeta Unión, divisaron a la flota contraria que raudamente se aprestó a cercarlos. Ante el inminente ataque, en absoluta desigualdad numérica, el Almirante Grau en una muestra de coraje y nobleza ordenó a la corbeta Unión alejarse del lugar a fin de evitar su destrucción. Grau, al mando del Huáscar, enfrentó a la escuadra chilena completa resistiendo el embate rival por más de 30 minutos, al cabo de los cuales fue alcanzado por una granada que acabó con su vida.
El valor, caballerosidad y heroísmo del Almirante Grau inspiran hoy a ciudadanos bolivianos, chilenos y peruanos; pues con sus actos demostró que la calidad humana no debe perderse ni siquiera en la atrocidad de la guerra. Una muestra de ello puede recogerse en la historia del combate de Iquique, ocasión en que al derrotar al buque chileno Esmeralda, el Almirante peruano ordenó recoger y atender a sus sobrevivientes.
Luego de las acciones remitió una carta de condolencias a la viuda del capitán de la Esmeralda, Don Arturo Prat, quien había fallecido en el combate y envió su espada de mando en reconocimiento del valor de su difunto esposo. Éstas y otras nobles acciones sustentaron el apelativo otorgado a Grau por sus propios rivales: el “Caballero de los Mares”.
El honor y el valor del Almirante Miguel Grau fueron reconocidos oficialmente por el Gobierno boliviano el 6 de octubre de 1989, ocasión en que el Congreso boliviano lo declaró héroe nacional.