Icono del sitio La Razón

Capitalismo andino

Tras la victoria electoral de Evo Morales, en 2005, Álvaro García Linera dio a conocer que una de las principales tareas del nuevo gobierno consistiría en la constitución de un nuevo modelo económico,  al que llamó “capitalismo andino-amazónico”. Tal quimérica idea, que reflejaba de algún modo la excentricidad de un sociólogo no formado en el campo de la sociología, provocó una pronta reacción cual si se tratara de una muy mala broma.

Pero, contrario a la reacción de los intelectuales reacios al Vicepresidente, éste se dio a la tarea de defender su idea ante los medios de comunicación; ante estudiantes universitarios; intelectuales de diferente postura y ante estudiosos dedicados al análisis de la problemática política boliviana, los cuales terminaban maravillados con la inventiva de García Linera. A modo de entrevistas, dicha defensa apareció impresa en distintos libros en Argentina, Brasil, Ecuador, México e incluso en la revista británica New Left Review. Demás está mencionar las publicaciones del Colectivo Comuna.

El capitalismo andino-amazónico suponía, en palabras de García Linera: “La construcción de un Estado fuerte que regule la expansión de la economía industrial, extraiga sus excedentes y los transfiera al ámbito comunitario para potenciar formas de autoorganización y de desarrollo mercantil propiamente andino y amazónico, evitando que lo moderno exprima y quite todas sus energías a lo comunitario, potenciando su desarrollo autónomo” (Le Monde Diplomatique, enero de 2006).

Sin embargo, tres años después de aquella victoria electoral, en una exposición hecha a los medios de comunicación, el propio Vicepresidente abandonó su idea como justificando el vapuleo de sus críticos. Esta defensa apareció además publicada en el tercer número de la revista de Análisis Reflexiones Sobre la Coyuntura, editado por la Vicepresidencia. La defensa en cuestión apareció bajo el título: Del liberalismo al Modelo Nacional Productivo: Los ciclos de la economía boliviana; en éste, echando mano de una serie de estadísticas, Álvaro García habla simplemente de un “Nuevo Modelo Nacional Productivo” que supondría un ciclo posterior a los ciclos liberal, “nacionalista revolucionario” (que en términos de precisión sería desarrollista) y neoliberal, augurándole una larga vida.

Además, como componentes fundamentales del Nuevo Modelo, el Vicepresidente señala al Estado, a la inversión privada boliviana y a la inversión privada extranjera, no mencionando ya en absoluto lo comunitario, aunque sí que “exportamos en segundo lugar minerales y seguimos siendo un país minero”. Ese abandono discursivo coincide con la lejanía que el Estado ha venido manifestando respecto a los conflictos mineros que lastimosamente han llegado a ser persistentes. Lo paradójico es que, pese a su aberrante sentido, es posible que en la lógica del capitalismo andino la convivencia de distintos modos de producción hubiera sido posible, ya que lejos de cualquier ilusión anticapitalista, la relación entre organización cooperativa, modo de producción capitalista y protagonismo económico de Estado eran atribuibles precisamente a la idea del capitalismo andino.

Desde ese punto de vista parece claro que dicha idea fue abandonada por cálculo político, porque prometía mucho más de lo que permitiría realizar. Pero el costo de este abandono ha sido la confrontación entre creyentes (mineros esperanzados en lo que el Gobierno podía hacer) y protegidos (mineros asalariados), lo cual ha dejado al Gobierno en el ámbito del “dejar hacer dejar pasar”, que asumido como estrategia supone esperar que los conflictos se agoten por sí mismos o se recurra al “auxilio” del Estado en busca de soluciones.