El corto siglo XX
El siglo XX no acabó con un gran estruendo, terminó con un corto suspiro. (T.S. Eliot)
En octubre de 1999, en el Gran Anfiteatro de la Sorbona, escuché una conferencia de Eric Hobsbawm (1917-2012), el gran historiador inglés recientemente fallecido, a propósito de la edición francesa de uno de sus libros más famosos: La Edad de los Extremos. Historia del Corto Siglo XX. La metáfora de un “corto” siglo XX fue todo un hallazgo. Permitió a Hobsbawm circunscribir mejor una “edad” histórica de 77 años, comprendida entre el comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914 y la implosión de la Unión Soviética en 1991.
Para Hobsbawm, los tres primeros lustros del siglo XX serían en realidad parte del “largo” siglo XIX, un periodo de 125 años que se inició con la Revolución Francesa de 1789 y culminó con la Primera Guerra Mundial. Los primeros años del nuevo ciclo son una suerte de prolongación de una época anterior, que se hizo añicos con la Gran Guerra. La Revolución Rusa es un acontecimiento fundador, y constituye en verdad la frontera que divide nítidamente los siglos XIX y XX, pero también el siglo XXI, que se inaugura justamente con la caída del Imperio Soviético.
Sea como fuese, el siglo XX fue el más terrible y violento que vivió la humanidad. No es un azar, por tanto, que uno de los temas recurrentes en los libros de Hobsbawm sea la historia de los sobrevivientes de ese tiempo: los soldados que combatieron en las trincheras, los judíos que lograron escapar de los campos de exterminio, los disidentes del stalinismo, los exiliados, las víctimas del fascismo. Sólo el testimonio de esos hombres permitiría retratar cabalmente el siglo XX. Hobsbawm es uno de ellos. Su narración histórica aspira ciertamente a la objetividad, pero se entremezcla permanentemente con sus propios recuerdos personales; la experiencia de la historia se combina así con el oficio del historiador marxista y produce un relato poderoso y complejo.
La brevedad del siglo XX también puede ser leída en otra clave, que es la que prefiero. Los proyectos políticos e ideológicos que marcaron la época (el fascismo, el socialismo soviético, el imperialismo europeo) afectaron y redefinieron la historia de Europa y del mundo. Sus ecos aún se siguen escuchando. Sin embargo, esos ensayos no lograron consolidarse en el tiempo, fueron fracasos colectivos y murieron con el siglo. Según el historiador inglés, esos acontecimientos despertaron las mayores esperanzas jamás antes acariciadas por los hombres, pero —finalmente— ellos destruyeron todas las ilusiones que se habían forjado. Es la Edad de los Extremos. Citando una línea de T.S. Eliot se podría decir que el siglo XX no acabó con un gran estruendo, terminó con un corto suspiro.