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Década perdida

En su informe “Perspectivas de la economía mundial 2012”, el Fondo Monetario Internacional (FMI) advierte que al menos cinco países de la Eurozona (Grecia, Italia, Portugal, Eslovenia y España) no podrán salir de la crisis hasta 2018, o más. Advierte también sobre riesgos de una recesión mundial. Tal parece que el FMI sabe sobradamente que la receta no funciona, pero la aplica.

Desde la crisis financiera de 2008, varios países de la zona Euro, en especial aquellos agobiados por la crisis de la deuda, están empeñados en el credo de la austeridad a ultranza. Y en ese rumbo vienen implementando políticas para reducir el déficit, con elevados costos sociales y creciente pérdida de derechos. Son políticas operadas por la llamada Troika, compuesta por la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI. El “rescate” de Grecia es la mejor (o peor) expresión de tal camino.

Lo que no terminan de asumir el FMI y los suyos en el citado informe, aunque admitan matices en recientes declaraciones de su directora general, la francesa Christine Lagarde, es que el imperativo de la austeridad, por sí mismo, puede prolongar e incluso empeorar la crisis. Y es que no basta con hacer recortes en el gasto público y garantizar el pago puntual a los bancos acreedores. Son necesarias políticas de crecimiento sin las cuales ningún rescate o plan de ajuste será suficiente.

Como sea, más allá de la eficacia o no de los rescates y sus temporalidades, lo que está ocurriendo en países del sur de Europa, por obra de gobiernos de derecha tanto como socialdemócratas, es el agresivo desmontaje de lo que aún queda del Estado de Bienestar. Hay datos alarmantes en servicios públicos. Y ni contar el desempleo. ¿Qué podemos decir de una economía, como la española, donde el 25% de las personas (una de cada dos en menores de 25 años) no tiene empleo?

También es evidente que esta obsesión por la austeridad debilita y contrae la democracia, limitada a la ritualidad del voto para elegir no un programa de gobierno ni un proyecto de país, sino quién aplicará el obligatorio rescate. Recordemos que la sola posibilidad de una alternativa como la izquierdista Syrisa, en Grecia, que rechazaba la austeridad germánica y defendía la moratoria de la deuda fue frenada con el recurso al chantaje y el miedo de quedar fuera del Euro y otras “calamidades peores”.

Pero lo que más llama la atención es la arrogancia cuando no la franca ceguera con las que los países del Norte se resisten a aprender de las experiencias del Sur. ¿Acaso han olvidado que las políticas exigidas en los países en crisis de Europa ya fueron aplicadas fallidamente en otras regiones como América Latina? ¿Tan incapacitados están de asumir el fracaso de sus recetas neoliberales? Menos mal que, desde hace algunos años, en nuestros territorios el FMI ya no puede imponer nada.