¿Fin de la polarización?
No es de extrañarse que esos cambios de la oposición generen posturas diferentes en el oficialismo
Las elecciones del pasado domingo en Venezuela dieron como resultado una predecible victoria de Hugo Chávez frente al líder de la oposición unificada, Henrique Capriles. Existen varias lecturas sobre los resultados de las urnas, que sin embargo no pueden obviar que fue una victoria relativamente cómoda.
Algunos sostienen que este resultado “obligará” al presidente Chávez a “ser más flexible con la oposición”. Estos comentarios, no ajenos a cierta perspectiva interesada del asunto, endilgan al Gobierno venezolano el mayor peso de los grados de desencuentro que se han producido entre el oficialismo y la oposición, que ciertamente no disputan poca cosa, sino el destino de una de las potencias petroleras del mundo.
Se debe recordar dónde nació la intransigencia. Recuérdese las campañas de sabotaje de la industria petrolera auspiciada por la oposición que durante meses afectó la exportación de petróleo, vital fuente de ingreso para el país. En 2002, en una inédita asonada empresarial-militar alentada por las grandes redes de televisión privada se produjo un golpe de Estado, que impuso un régimen anticonstitucional por 48 horas, atropellando las reglas básicas de la democracia. Recuérdese también la sistemática campaña de acusación de fraude electoral y desprestigio del procedimiento informatizado de votación, uno de los más modernos de América. Debe recordarse a quienes encabezaron las campañas de desprestigio de los programas sociales, cuyos resultados están ahora a la vista. Finalmente, no se puede dejar de mencionar la permanente manipulación mediática que durante años trató de soliviantar la opinión pública contra cualquier acción gubernamental. En política, la acción de un actor se refleja como en un espejo en el adversario. No era de extrañarse, las acciones con las que respondió el régimen.
En estas elecciones los méritos de la oposición han sido varios. Por primera vez no se recurrió a la descalificación de los programas sociales, Capriles fue mucho más objetivo al momento de valorar la gestión gubernamental, y en lo posible, trató de desmarcarse de los grupos golpistas e intransigentes. Por primera vez, en 13 años, un líder de la oposición no encubre su derrota con denuncias de fraude. Por primera vez, también, los excontendores se saludan después de conocer el resultado electoral.
No es de extrañarse que esos cambios de actitud generen, a su vez, posiciones diferentes en el oficialismo. Las elecciones del domingo confirman dos supuestos. Uno de ellos es que sí existe democracia en Venezuela; el otro, que es posible el pluralismo en un sistema que apunta a consolidar una democracia social y participativa, en el que la oposición puede jugar un rol importante en la construcción nacional.