Palimpsesto
Hoy ‘escribimos’ con pésima letra y faltos de ideas la capa que nos toca de esta enmarañada ciudad
Qué manera tan petulante de titular una columna, pero permítanme trasplantar este recurso literario a la ciudad y en vísperas de su festejo. Para entendernos, va la definición de palimpsesto: “manuscrito que todavía conserva huellas de otra escritura anterior en la misma superficie”. En lenguaje prosaico: escribir, indefinidamente, sobre lo ya escrito en un mismo papel.
Muchos literatos lo toman para describir experiencias urbanas como Juan Goytisolo en Aproximaciones a Gaudí en Capadocia. En ese libro define a la “ciudad palimpsesto” como “la yuxtaposición de planos históricos y étnicos de la gran urbe que propicia desde luego colisiones espaciotemporales, fenómenos de hibridación y mezcla dinámica de discursos”. Aunque habla de una ciudad turca, bien podría aplicarse a la nuestra. Asimismo, existen tesis doctorales como las de Patricia Morgado, que hacen historia urbana comenzando con la “página en blanco” como el territorio natural sobre el que se construye o “escribe” una ciudad.
Con ese arsenal académico, deseo expresar sin contemplaciones que, en este 20 de octubre, sólo celebramos a un escrito (en lengua castellana) sobre nuestro gran palimpsesto urbano: la ciudad de La Paz. Pocos conocemos de los esfuerzos de historiadores contemporáneos que investigan la estructura espacial, social y temporal que existió antes de la llegada a este valle andino de Alonso de Mendoza. Con él, de ninguna manera empezó la historia de esta ciudad. Chuquiago ya tenía por entonces demasiadas capas de una “escritura” compleja de ayllus y comarcas tan extensos como vigorosos; y de una conceptualización que señalaba tiempos y rituales más allá de sólo delimitaciones espaciales.
El llamado “Sueño de un Orden” de los fundadores de 1548 dejó en este desarrollo urbano importantes aportes, que debieron coexistir en este espacio geográfico con esas “escrituras” ancestrales y rabiosamente locales que, demostrando su valor y fortaleza, han pervivido y resistido a pesar del enconado embate que sufrieron a lo largo de siglos.
Sobre esos textos se escribieron otros más, configurando el enmarañado desarrollo urbano que tenemos: el urbanismo republicano a la francesa, la sede de los poderes del Estado, el periodo de la revolución nacional, la modernidad mal entendida y un largo etcétera. Cada momento insertó, con diversas caligrafías urbanas, un nuevo texto al palimpsesto edificado.
Hoy en día “escribimos” con pésima letra, espantosa ortografía y faltos de ideas la capa que nos toca en este nuevo milenio. Es un escrito borroneado y tachado en todas sus líneas. Es tan grotesco como los impresentables cuadernos de los malos alumnos.