Disputas territoriales
El territorio es, junto con el lenguaje, uno de los símbolos que genera identidad dentro de una nación
A raíz de la última columna publicada en La Razón por este servidor, la Embajada del Japón hizo llegar un documento con un resumen de lo que con seguridad constituye un volumen significativamente mayor de información acerca de la disputa territorial sobre el grupo de islas denominadas Senkaku por los japoneses, y Diaoyu por los chinos. Por motivos de espacio, este columnista proporcionará a ustedes un resumen aún más escueto (y además inevitablemente sesgado) de la información facilitada por la embajada japonesa; en tal sentido, sintetizo lo siguiente:
a) Que las islas fueron incorporadas a territorio japonés en 1895. b) Que Japón desmiente que las islas hayan sido confiscadas como consecuencia de la guerra contra China. c) Que Japón lamenta los disturbios ocurridos en China, a causa del tema de las islas; disturbios que se han dirigido en contra de ciudadanos japoneses. d) Que Japón reafirma su interés en mantener el mejor nivel posible de relaciones con China.
Evidentemente, los detalles de la disputa son mucho más complejos de lo que las fuentes históricas vulgares pueden señalar; y más complejo de lo que un columnista puede resumir en un puñado de caracteres. El tema da para estudios más extensos en materia de derecho internacional, sin duda. Pero es un ámbito en el cual este servidor no tiene ninguna solvencia.
En todo caso, puede ser relevante considerar otros aspectos de interés sobre las disputas territoriales en un sentido más amplio. Por ejemplo, tomar en cuenta que una disputa territorial genera una emotividad cohesionadora de gran magnitud en la sociedad de cualquier país: el territorio es, junto con el lenguaje (Anderson dixit) uno de los símbolos que nos genera identidad y unión dentro de esa comunidad imaginada que es la nación. Ningún boliviano o boliviana llegará a conocer la totalidad de su territorio; lo mismo vale para japoneses/as o chinos/as. Pero todos/as tenemos en la cabeza la imagen de lo que consideramos nuestra patria en la forma de un mapa.
Que la integridad de ese mapa esté en riesgo puede ser un factor de cohesión e identidad comparable (en el caso boliviano) a un partido de la selección nacional. Más de un caso se ha registrado en la historia en el que se recurre a este discurso (el de la integridad territorial) como un instrumento de cohesión nacional, en momentos en que los líderes de un país requieren articular a la población alrededor suyo, por motivos que tienen que ver estrictamente con asuntos políticos internos.
Un segundo elemento que se puede considerar es la ubicación estratégica del territorio en disputa. Estratégica con mayúscula puesto que, en el caso de las islas Senkaku/Diaoyu, se trata de una zona que se dice rica en petróleo y recursos pesqueros, pero además clave en el comercio marítimo global. Sobre estos temas señalé algunos detalles hace dos semanas.
Un tercer elemento, que nos permite ver una arista geopolítica en este asunto, es el referido a las relaciones que tiene Japón con los Estados Unidos. Existe un tratado de seguridad entre ambos países, que “obliga” a los EEUU a acudir en auxilio del Japón en caso de conflicto armado con China. En este caso en particular, no obstante, una voz tan bien informada como experta en el asunto (Henry Kissinger) ha dicho públicamente que es mejor que los EEUU se queden mirando de palco (por algo será).
Finalmente, un cuarto elemento tiene que ver con otros usos de aquel territorio en disputa: ¿mencioné ya que los EEUU utilizaron las islas y su área circundante como campo de pruebas militares, luego de finalizada la Segunda Guerra Mundial?