Más allá de la ley
Hacen falta políticas públicas que cambien nuestro patrón de producción no sostenible
La recientemente promulgada Ley de la Madre Tierra y Desarrollo Integral para Vivir Bien tiene por objeto “establecer la visión y los fundamentos del desarrollo integral en armonía y equilibrio con la Madre Tierra para Vivir Bien, garantizando la continuidad de la capacidad de regeneración de los componentes y sistemas de vida de la Madre Tierra, recuperando y fortaleciendo los saberes locales y conocimientos ancestrales…”.
La concepción de “desarrollo integral” (criticada por algunos sectores) ha sido definida por el Gobierno como “la implementación de medidas y acciones económicas, sociales, espirituales, ambientales, culturales, materiales, entre otras, para el fortalecimiento y la creación de condiciones materiales y espirituales que faciliten y fortalezcan el vivir bien de los pueblos y las sociedades”. La ley establece una serie de bases, pero está pendiente el diseño de nuevas políticas públicas, que sobre la base de la nueva ley cambien nuestro patrón de producción no sostenible.
Una vía para promover el desarrollo integral es el “biocomercio sostenible”. El biocomercio, entendido como una herramienta que hace al desarrollo integral y en última instancia al vivir bien, busca promover la “producción, transformación y comercialización de la biodiversidad bajo prácticas de conservación y uso sostenible y criterios de sostenibilidad ambiental, social y económica”. Aunque en Bolivia el biocomercio no es un sector representativo en términos macroeconómicos, sí lo es en el ámbito local, donde las comunidades indígenas o campesinas, que hacen del aprovechamiento de los recursos naturales del bosque una forma de vida y acumulación de excedentes, dependen de su conservación para vivir bien. ¿Qué hace el Estado y la empresa privada boliviana para promover la competitividad de este sector, el uso sostenible, y el abastecimiento ético?
Mientras en Bolivia estamos buscando aún el consenso filosófico, nuestros vecinos han comenzado ya a experimentar nuevas formas de hacer economía. Sin consenso sobre conceptos más o menos neoliberales, en Brasil, por ejemplo (donde aún prevalece el patrón extractivista) se consolida un sector alternativo llamado Movimiento Empresarial por la Conservación y Uso Sostenible de la Biodiversidad (MEB), que construye espacios de diálogo entre el Gobierno y el sector empresarial.
Ejemplos empresariales como Natura, que bajo su modelo de abastecimiento ético y sostenible de ingredientes de biodiversidad genera proyectos de desarrollo en 32 comunidades indígenas, quienes aprovechan 25 distintas especies nativas que se transforman en más de 100 materias primas para la industria cosmética y logran ingresos adicionales para más de 3.200 familias, son los casos sobre los cuales sí vale la pena debatir y discutir más allá de la Ley de la Madre Tierra.