Democracias
Por ahora, la democracia intercultural es un significante vacío que carece de contenidos
La historia contemporánea de la democracia boliviana puede ser trazada por medio de los desplazamientos semánticos que la acompañaron en los últimos 30 años. Asumo que el cambio político sería imposible sin una reconfiguración, de mayor o menor calado, en el discurso del Estado y los actores políticos. A fines de los 70’, la izquierda boliviana, en sus distintas variantes, caracterizó la democracia como un “espacio táctico” que facilitaría la toma del poder y la construcción del socialismo. La democracia era considerada como un medio y no un fin en sí mismo. La izquierda denunció que la igualdad jurídica y política era una ilusión; su alternativa fue la “igualdad real”, que sólo podía ser alcanzada en una nueva sociedad.
Empoderada con esas tesis, durante la desdichada época de la UDP, desde el gobierno y desde la oposición, la izquierda cerró sus ojos ante la emergencia de un nuevo ciclo político, cuyo epicentro no era la revolución, sino la democracia. Tuvieron que pasar 20 años para que la “nueva” izquierda abandone, en parte, su visión instrumental. El desencuentro entre el socialismo y la democracia constituyó una suerte de eclipse en el pensamiento emancipador de los movimientos revolucionarios.
Desde 1985 hasta 2000, los intelectuales y políticos neoliberales criticaron las versiones marxista y clásica de la democracia. Su objetivo era consagrar una “concepción mínima”, basada en la fusión conceptual entre el sistema democrático y la economía de mercado. Ella carecía de fines trascendentes, era sólo un procedimiento que facilita la competencia entre partidos políticos para obtener el voto popular. Esta noción fue originalmente formulada por Schumpeter, popularizada por afamados teóricos como Bobbio, y endosada, acríticamente, por los politólogos bolivianos. A fines de los 90’ nuestra mirada sobre la democracia se tornó más compleja e incierta; dejó de ser un sustantivo indiscutible, algo que se podía decir sin adjetivos. Los apellidos de la democracia florecieron: democracia deliberativa, de calidad, de ciudadanía, de resultados, democracia participativa, etc. Después de la caída del Muro, ella dejó de ser la solución mágica y se convirtió en un gran problema.
La nueva CPE ha producido un nuevo plexo semántico porque abre las posibilidades de un ensamble virtuoso de los dispositivos representativos, participativos y directos de la democracia, además reconoce una diversidad de mecanismos decisionales propios de las comunidades indígenas con el rótulo de democracia “comunitaria”. Por ahora, la democracia intercultural es un significante vacío que carece de contenidos. La noción “instrumental” y la concepción “mínima” ya no pueden dar cuenta de la complejidad y la simultaneidad de diversas culturas políticas, necesitamos pues otros conceptos para pensar esa incertidumbre, la democracia.