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La memoria contra las dictaduras

Decenas de víctimas de las dictaduras cumplen varios meses de vigilia en El Prado de la ciudad de La Paz, sin lograr la atención satisfactoria a su demanda de una indemnización justa por el sacrificio realizado para el retorno de la democracia. Sabemos que exigen el cumplimiento de una ley promulgada que establece la indemnización para quienes lucharon contra los regímenes de facto en el país.

El transcurrir de los días ha hecho que se caiga en una apatía ciudadana espantosa de solidaridad, y casi de  desprecio por parte de las autoridades de gobierno a la justa demanda. La vigilia aún está instalada frente al Ministerio de Justicia. Cuando la ministra de este ramo ingresa a su despacho, ¿no le conmoverá que hay un asunto pendiente y que en gran medida está en sus manos resolver? ¿Por qué no se puede dialogar con las víctimas y llegar a algún acuerdo? ¿O es que ya se arregló y los ciudadanos no estamos enterados al respecto?

Recuerdo que cuando se inició la vigilia, ésta recibió un gran apoyo ciudadano, que inclusive se tradujo en firmas plasmadas en libros de actas. Aún se exponen algunos periódicos murales, en medio de carpas de campaña, con recortes de prensa y fotos sobre esos años difíciles que les tocó vivir. También, mediante altavoces, uno puede oír la música de protesta o revolucionaria de artistas como Benjo Cruz, Nilo Soruco, Horacio Guaraní, Mercedes Sosa, entre otros, que expresan poesía, melodía franca y directa hecha con compromiso social con el pueblo. No sé si esta forma de exposición de la experiencia contra las dictaduras podrá interesar al municipio paceño, como parte de la memoria de las dictaduras. Si fuera así, se convertiría en un espacio de la memoria, con gran capacidad didáctica e histórica para contar a las nuevas generaciones cómo se vivía en las dictaduras, y por qué nunca más se debe permitir ninguna otra forma de dictadura en el país. Incluso pensé que esta forma de develar la difícil vida en épocas de autoritarismo podría convertirse en arte, sea en teatro, música o danza, y no sé si algún elenco o compañía artística ya se ha fijado en estas inquietudes de representación, conectada con la historia política triste del pasado.

Pero la indiferencia se ha convertido en algo natural; pareciera que a nadie le conmueve una demanda justa como la que está asentada en El Prado. ¿A dónde queremos llegar? ¿A derrotar la memoria de esta generación que apostó su vida y la sufrió en carne propia con múltiples formas de tortura y humillación? No seamos tan malagradecidos, en especial las autoridades del Estado Plurinacional, con estos combatientes, que lo único que piden es que al menos por única vez puedan disfrutar de alguna migaja económica, en reconocimiento a su lucha, antes que dejen este mundo, como sucedió con Felipe Mita.

Hace pocos días se denunció que estos combatientes contra las dictaduras fueron presa de los “malvivientes” que se han afincado en esos lugares, y quienes les malograron sus carpas y les robaron algunas pertenencias. Para colmo, incluso los roedores que abundan en las jardineras tampoco han perdido la oportunidad de husmear si había algo para comer en las carpas. ¿Cómo es posible dejarlos a tantas formas de impunidad?