Visión de primavera
‘Sé el cambio que quieras ver en el mundo’. (Gandhi, el Mahatma)
Estos días, lejos de Bolivia como tantas veces, la distancia me permite leer las noticias sin vivirlas cotidianamente y, por ello, he podido valorar más la oración que el Canciller boliviano dedicó al Primer ciudadano del país en su aniversario natal. No voy a repetirla porque los medios lo han hecho ni voy a analizar los liderazgos dentro del Movimiento Al Socialismo y sus renovaciones, porque ya les dediqué espacios recientes; tampoco me referiré si fue o no una manifiesta despedida o una dolida recriminación o el fin de una etapa y filosofía. Voy a ir directamente a la oración y a su creador.
Orar es acercarse a Dios, y Dios está en todos nosotros, en los que creemos (independiente de cómo lo denominemos) y en los que no creen. La hermosa oración que leyera Choquehuanca Céspedes la encontré hoy muchas veces incluida en recopilaciones de oraciones católicas, incluso dándola como anónima o sin mencionar quién la había creado. Y no me asombro, porque el mensaje de humildad y humanismo de esta oración es tan grande que supera la denominación religiosa de quien lo repita y se convierte en mensaje de adoración al Hombre como obra suprema de la Creación.
Otro gran mártir de la No Violencia y hombre de fe, Martin Luther King, dijo de su autor: “Cristo nos enseñó el camino y Mahatma Gandhi nos enseñó que era operativo”. Mohandas Karamchand Gandhi, el hombre al que el poeta y filósofo hindú Rabindranath Tagore (en 1913, el primer Premio Nobel de Literatura no europeo) le diera el nombre honorífico de Mahatma (“Alma grande”) y al que también se le conociera en la India como Bãpu (“Padre”), fue un gran pacifista y promotor de la No Violencia (junto con Nelson Rolihlahla Mandela, sus más emblemáticos abanderados); basó su filosofía en la firme creencia de que la verdad, la bondad y el amor eran las mayores enseñanzas religiosas, y sobre el ejemplo de Buda (que venció una arrogante casta sacerdotal) y de Cristo Jesús (que echó del templo a los mercaderes, criticó a los hipócritas y fariseos, y murió por sus bienaventurados: los pobres), basó su lucha no violenta que permitió vencer al Imperio Británico al unir a su pueblo. Cuando murió, asesinado por un fanático ultraconservador hindú, cumplió su promesa de no tener odio y reafirmó su espiritualidad con sus últimas palabras: “¡Hey, Rãma!”, mentando el avatar del dios Visnú (el Preservador de la bondad) nacido para librar la Indiade Rávana, rey de los demonios.
Volviendo al poema que el canciller Choquehuanca Céspedes le declamó al presidente Morales Ayma, en algunas reproducciones del original encontré lo que pudiera ser el final del poema:
“Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras. / Cuida tus palabras porque se volverán actos. / Cuida tus actos porque se harán costumbre. / Cuida tus costumbres porque forjarán tu carácter. / Cuida tu carácter porque formará tu destino. / Y tu destino será tu vida…”.
Sólo me queda cerrar con otra frase del Mahatma: “No dejes que se muera el sol sin que hayan muerto tus rencores”.