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Sandy en Nueva York

Teníamos todo listo para inaugurar el Año Internacional de la Quinua. Una extraordinaria exhibición preparada por Gastón Ugalde y Pablo Guzmán, un libro escrito por el arriba firmante, la llegada del Presidente de los bolivianos y de la Primera Dama del Perú, un almuerzo preparado para más de un centenar de invitados, entre ellos Carl Lewis (el primer hombre que rompió la barrera de correr 100 metros en menos de diez segundos).

Todo estaba preparado. Había llegado la ministra Nemesia Achacollo y se esperaba el arribo de Evo Morales. Y de pronto hizo su aparición Sandy, la madre de los huracanes, la tormenta perfecta, el encuentro de un tifón caliente con una ola de frío. Y le dijimos adiós, o por lo menos hasta luego, a la inauguración.

De todas maneras, la exposición está montada para mostrar la importancia de la quinua al mundo. Al centro de ésta se encuentra una balsa de totora llena del grano madre; y a su alrededor, chiwiñas con aguayos multicolores y sacos con tejidos andinos. Estoy seguro que causará una gran impresión.

Los vientos soplaban cada vez con mayor intensidad, pero Gastón, Pablo y una decena de bolivianos se negaba a abandonar la sede de las Naciones Unidas antes de terminar la puesta en escena. Hasta que dijeron que debíamos irnos. Ya era tarde y existía una instrucción de las autoridades que ordenaba que todos deberían ir a sus casas. Ni modo, tuvimos que ir al supermercado a comprar agua y alimentos.

Al final, Sandy pasó tan rápido que en la zona donde estábamos se sintió muy poco su llegada a tierra. Claro, hubo mucha lluvia y un frío de pelar. Se cortó la internet y la televisión. Para saber las noticias, escuchábamos la radio del auto. Al día siguiente quisimos ir a ver las olas del mar, pero no pudimos llegar. En el caminos vimos cómo decenas de árboles habían caído sobre casas y vehículos.

No voy a abundar en detalles porque estoy seguro de que el amable lector ya sabe sobre el tema, y más que este cronista. Pero me gustaría mencionar que me parecieron altamente organizadas las instituciones y las autoridades, y que me sorprendió que, pese a la orden de evacuación, miles se hayan negado. Difícil de entender, y es que tal vez la cabeza de los humanos también sea un huracán que pueda arrasar con todo. Incluso con la lógica de obedecer para estar a salvo.

Mientras, esperamos la nueva oportunidad de presentar al mundo ese magnífico alimento y remedio que se llama quinua, y sobre el que debería haber versado esta columna (así estaba planificado) si es que la enloquecida Sandy no se interponía al frente.