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Gitanos

De niño, observaba con curiosidad sus campamentos en los alrededores de los pueblos conformados por toldos y carromatos, habitados por vistosas quirománticas, mujeres vestidas con largas faldas multicolores, joyas brillantes de latón, hombres de caras extrañas que nos producían miedo, y negocios de artículos de cobre y caballos. Nos aterrorizaban las empleadas de la casa con el mito de que los Gitanos se robaban a los niños: un retrato en mi niñez, de su enclaustramiento cultural y económico, su nomadismo y el terror que inspiraban sus costumbres. Siempre los “E-giptanos” (por un origen erróneo), calés, cíngaros o romanís fueron perseguidos en Europa, por su lengua y apariencia extraña y sus costumbres errabundas… apenas menos odiados que los leprosos. ¡Una muestra de racismo universal! Trabajé con gitanos varios años en Bulgaria, en un país en el que cuando se mencionaba la palabra Roma, la gente disimuladamente escupía por desprecio. En Bolivia, donde Aymara se escribe con mayúscula, me criticaron en alguna columna por escribir Gitano de la misma manera.

La semana pasada se inauguró en Berlín, frente al Parlamento, un monumento al holocausto Romaní, que nos tomó más de medio siglo reconocerlo. Hitler los persiguió y exterminó con igual o mayor saña que a los judíos, aniquilando cerca de medio millón. En 1594, las cortes de Castilla ordenaron la separación física de los Gitanos y las Gitanas para hacer desaparecer su raza, y más tarde Fernando VI ordenó su apresamiento y extinción. ¿Cuál es su pecado?

Como los Gitanos, los indígenas Guahibos de las sabanas del río Orinoco, son también considerados como ladrones, perezosos, inconstantes e incapaces de trabajar o de tener una vida aceptable; un pueblo y una cultura que por miles de años vivió y floreció bajo las difíciles condiciones de “un desierto de fertilidad”, en el que sólo sobreviven en la sabana dos arbustos y algunas especies de pastos. Su equipaje fue durante mucho tiempo un arco, un machete y una hamaca; el resto de su extraordinaria cultura —social, ecológica, médica— iba en su cerebro. En el monte, en los ríos y en la siembra sobre las cenizas del bosque, que se explotan sólo una vez cada generación, la labor genera un rédito instantáneo (pescado, venado o yuca), trabajar durante un mes sin recibir nada les es inconcebible. En ausencia de propiedad, si alguien tiene mucho y yo poco, debe compartirlo (la caza abundante, cualquier árbol frutal de la selva o un panal de abejas) se debe distribuir. Por lo tanto… el empleo es absurdo a no ser que se pague dos veces al día (perezosos e inconstantes); la cosecha de maíz o las herramientas abundantes deberían ser de todos (ladrones).

Los Guahibos y los Gitanos son un buen ejemplo de la incomprensión occidental por los valores, costumbres y estrategias de culturas milenarias, tradicionalmente despreciadas. ¿Los admiras?