Lo más grave para Mitt Romney de la decisión del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, de apoyar a su rival en esta campaña electoral no es el hecho en sí ni los votos que pueda robarle. Es el significado de esa decisión lo que debe preocuparle, y mucho, a Romney. Con su respaldo a Barack Obama, Bloomberg, un conservador por naturaleza, ha dicho no al Partido Republicano a cuyo frente está Romney y a las ideas que éste representa.

Por mucho que ahora se identifique como independiente, Bloomberg es un republicano, los colores por los que fue elegido para su primer mandato como alcalde. Es un hombre que cree firmemente en la economía liberal y cuya filosofía esencial, la del mercado y la iniciativa privada como fuerzas predominantes, son las del conservadurismo tradicional. Pero Bloomberg es un republicano que ha evolucionado al ritmo de los tiempos y que, en sus últimos años, ha defendido bravamente causas impopulares en la derecha como el control de las armas de fuego y la inmigración. En ambos asuntos es hoy una de las voces más autorizadas del país.

En ese mismo proceso, el republicano Bloomberg se ha puesto a favor de los derechos de las mujeres, de la igualdad de los homosexuales ante el matrimonio, la atención social a los menos favorecidos o la lucha contra el cambio climático, la razón principal por la que explica su apoyo a Obama. Entiende que ninguna de esas causas tendría por qué ser patrimonio de los demócratas o de la izquierda o es incompatible con el pensamiento de un conservadurismo compasivo y moderno.

Al negarle ahora su voto, Bloomberg deja en evidencia que Romney y el partido bajo cuyas siglas compite no han hecho esa misma transición. Ustedes son la vieja derecha —o la nueva y extremista derecha del Tea Party, según se quiera ver—, con quienes yo no me puedo identificar, viene a decirles el célebre Alcalde. Algo similar les dijo la semana pasada otro republicano moderado, en este caso, un héroe militar, el general Colin Powell.

Lo de Powell lo explicó rápidamente la campaña de Romney con el bajo argumento de que el general apostaba por el de su misma raza. En el caso de Bloomberg, ni siquiera podrán decir que apuesta por el de su misma clase, puesto que el Alcalde pertenece también al reducido grupo de multimillonarios del que forma parte el candidato republicano. La decisión de Bloomberg es una simple bofetada al esfuerzo que Romney había hecho en las últimas semanas por presentarse como un aspirante de centro. Una bofetada que, a cinco días de las elecciones y unas horas después de que otro emblema del capitalismo, el semanario The Economist, se pronunciara igualmente por Obama, debe de haberle dolido mucho.