Icono del sitio La Razón

Silala

Mucha tinta ha corrido debajo de este puente roto; debajo de las conversaciones interrumpidas entre Bolivia y Chile. Anuncios y grandes titulares en el país junto a una señal política que llega de la mano de una acción concreta: el inicio de la construcción de un criadero de truchas para aprovechar las dulces aguas del Silala. El inicio de estos trabajos inquietó al gobierno de Sebastián Piñera, quien ha pedido información a Bolivia sobre la naturaleza de las obras.

Pasa que el Ejecutivo chileno desempolvó una vieja postura a través de la cual entiende que estas aguas corresponden a un río internacional de cauce sucesivo, aun a pesar de que este tema fue reconocido, a fines del siglo pasado, como una controversia diplomática.

Según estudios preliminares del Servicio Nacional de Geología y Técnico de Minas, en el Silala existen al menos 94 ojos de agua que nacen entre los hitos 73 y 74 en el cantón Quetena, de la provincia Sud Lípez (departamento de Potosí). Estos recursos fluyen a Chile a través de un canal artificial, construido hace 104 años, para alimentar el sistema de agua potable de la empresa minera Codelco-Chuquicamata. En 1908, la Prefectura de Potosí autorizó a la empresa inglesa The Antofagasta-Bolivia Railway Company Limited (Libro 2, documento Nº 3 de la oficina de Derechos Reales de la provincia Sud Lípez) la construcción de estos canales para alimentar sus locomotoras a vapor, pero cuando la empresa cambió esta maquinaria por motores a diésel transfirió, en 1961, el uso de las aguas a Chile.

En 2009, cuando las cancillerías de Bolivia y Chile alcanzaron un preacuerdo que comprometía a Santiago a pagar inicialmente la mitad por el usufructo del recurso, el poder del caudal era de 400 litros por segundo, una realidad que ha cambiado, porque este año ha sido mucho más seco y el nivel de las aguas se ha reducido. ¿Las causas? Urge una investigación responsable por el bien de las truchas y de este sistema hídrico fronterizo, que no sólo se reduce a las aguas del Silala, pues, para bien o para mal, Bolivia y Chile comparten (a veces no, otras sí) varios otros manantiales a lo largo de la cordillera.

El presidente Evo Morales anticipó, en una entrevista que publicó hace una semana Animal Político de La Razón, que hay “algunas (iniciativas) muy importantes para aprovechar las aguas del Silala”. No las mencionó, pero uno espera que éstas sean sostenibles; que beneficien a la comunidad (como el exitoso programa Miagua) más allá de la tinta y los titulares; y que se perfile una política de Estado para aprovechar y cuidar las aguas transfronterizas con Brasil, Perú y Paraguay, más allá de las señales políticas internas o externas; fácticas o retóricas.