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Lorenzo, el guía

Lo había leído (claro que lo había leído) muchas veces, pero nunca imaginé que él hiciera lo mismo con mis primigenios escritos, hasta que David Heredia me anunció que don Lorenzo quería conocerme. Publicaba por ese entonces unas columnas que contextualizaban a los partidos del mundial de 1990 en Italia, y contaban anécdotas sobre las historias de los países que jugaban en el día.

A él, que era un periodista consagrado, le interesaron mis trabajos, y a partir de entonces nos fuimos juntando algunas veces. Trabajamos un tiempo en el diario Última Hora, pero cuando verdaderamente fuimos amigos fue cuando él y Paolo Agazzi “complotaron” para que vaya a trabajar a ATB, sin saber que ese trabajo sería destino.

Convertido en Jefe Nacional de Noticias y director de esta red televisiva, tuvimos muchas horas de tertulia. Un buen día llegó a mi escritorio con los cuentos de Haroldo Conti, el gran escritor argentino militante del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), que murió enfrentando a las fuerzas de la dictadura.

Era una maravilla oírlo charlar. Era mágico su amor por las noticias y su capacidad para las nuevas tecnologías. Cada día traía varias páginas impresas con reportajes y noticias. Algunas para leerlas en el gran Estudio Abierto; y otras, la mayoría, para que las leyéramos los beneficiados por su generosidad, porque el que comparte lo que lee es indudablemente un hombre que sabe querer.

Lo encontraba mañana, tarde y a veces noche, de lunes a domingo, en su despacho siempre atento a las noticias, o escribiendo en sus cuadernos estadísticas y datos periodísticos. Con su café y su cigarrillo. O viendo partidos de fútbol. En fin, disfrutando de sus pasiones. Y un buen día hicimos Iturri-Carri, un programa que quise que se llamara El gordo y el flaco, pero que a Lorenzo le pareció despectivo y terminamos combinando la sonoridad de nuestros apellidos.

Fue un tiempo de gloria. Qué gran capacidad que tenía Lorenzo para convertir en interesante cualquier cosa, qué gran cultura, qué amor por el dato, por el conocimiento, por descubrir y, claro, por la precisión (un día le hablé de un muerto en una de las muchas manifestaciones, y él me dijo “damos la noticia cuando toques el cadáver,  no antes”).
Lorenzo siempre será sinónimo de buen periodismo. Y de rectitud, de honestidad y de compromiso con los trabajadores. Bastaba que le informáramos que los trabajadores no habían cobrado, para que fuera donde el dueño y se nos pagara puntualmente. Hombres como él se necesitan… se necesitan.