El ruido de la prensa
‘Es siempre preferible el ruido de la prensa al silencio de tumba de las dictaduras’ (DR)
En recientes artículos de prensa algunos analistas nos recuerdan la firme defensa de la libertad de prensa realizada por la presidenta Dilma Rousseff, quien sostuvo de manera categórica algo fundamental: “es siempre preferible el ruido de la prensa al silencio de tumba de las dictaduras”. Incluso cuando tal ruido venga con exageraciones. Se trata sin duda de una posición de principio en la sensible-difícil, a veces conflictiva, relación entre medios de comunicación y gobiernos.
Como habitante del oficio pe- riodístico no puedo menos que asumir plenamente, con convicción, la declaración de Rousseff. Puestos a elegir, no hay confusión posible. La información (libre) con ruido siempre será preferible, más deseable, que el silencio (impuesto) sin información. Ya antes Jefferson, con más radicalidad, había planteado este dilema en una sentencia que también suscribo sin atenuantes: “prefiero periódicos sin Gobierno a Gobierno sin periódicos”.
Este tipo de preferencias ciudadanas se plantea de modo similar respecto al régimen político, como lo recuerdan periódicamente estudios cuantitativos sobre cultura política: la democracia, incluso con problemas, es preferible a cualquier otra forma de gobierno (no democrática). ¿Prefiere usted vivir en democracia, aunque venga con ruido, que en una dictadura, por más que se vista de “orden, paz y trabajo”? Desde hace tiempo en América Latina decimos mayoritariamente Democracia.
Ahora bien, las percepciones varían cuando cambiamos la pregunta: ¿está usted satisfecho con el desempeño de la democracia? Aquí la opinión pública suele ser más crítica, digamos exigente, en sus pre-ferencias. Hay insatisfacciones. Y es que no basta garantizar libertades y proce-dimientos. Son necesarios, también, resultados. Así, sospecho cuál sería la respuesta mayoritaria si indagamos, otra vez como dilema: ¿es preferible una democracia de calidad a una democracia solamente formal?
Volvamos a la prensa e ima-ginemos algunas variaciones en la pregunta: ¿está usted satisfecho con el ruido —y exageraciones, excesos— de la prensa? Estamos presumiendo que la alternativa, en este caso, no es el silencio de tumba de la dictadura, sino una información, en democracia, con menos ruido. Para decirlo en otras palabras: ¿prefiere usted una información plural y de calidad que el ruido de la prensa? Aquí, admitiéndose prevenciones, tampoco hay confusión posible.
Planteo la cuestión en esos términos porque en un contexto de creciente hostilidad entre algunos go-biernos de la región y algunos ope-radores mediáticos de referencia, si bien es fundamental garantizar nues-tro derecho al ruido en democracia, ello no implica quedarnos en el espantajo del silencio-mordaza ni recluirnos en la trinchera de la “prensa independiente” versus el “Gobierno autoritario”. Es importante además el examen permanente, sin autoconmiseración, de nuestro desempeño.
Resulta fundamental entonces sostener, sin concesiones, el principio de que “sin libertad de prensa no hay democracia”. Pero ello no es suficiente. Y es que ante acciones/tentaciones autoritarias en relación a los medios, tanto desde los gobiernos como de poderes fácticos, no basta refugiarse en el ruido. Nuestra legitimidad-fortaleza se sustenta no tanto en nuestras libertades, fueros y privilegios, sino en el ejercicio pleno de los derechos de la ciudadanía a la comunicación e información.
Ruido, silencio, información pública. Hasta ahora la batalla, si acaso, la han ganado en unos casos los gobiernos, en otros los medios. Y a veces ambos. Está demostrado que la nueva élite político-mediática tanto puede convivir en relaciones de enfrentamiento como de cooperación e incluso de complicidad. ¿Y las ciudadanas y ciudadanos? Entre el ruido de la mediocracia y el silencio de la dictadura, está visto, prefieren el diálogo plural y la deliberación informada en democracia.