México lindo
Estábamos ante la crueldad más refinada: una presentación de un libro pero sin ejemplares a la venta
México Distrito Federal. Aeropuerto Benito Juárez. El arriba firmante voló en el asiento E de la fila 30. O sea, al final del avión y tuvo que hacer una larga cola para migración. Súmele que al perro de narcóticos le dio algún raro tipo de resfriado y tuvieron que revisar mi equipaje. Por supuesto, no encontraron sino ropa. Amablemente me pidieron que me fuera. Pero el daño ya estaba hecho. Había perdido valiosos minutos y presentí que perdería el vuelo a Guadalajara. Viendo mi desesperación se me acercó un hombre que, con la amabilidad que caracteriza a los mexicanos, me dijo: “Yo puedo hacer que llegue”. La cifra eran 20 dólares. El método: trasladarme en silla de ruedas por los recovecos del aeropuerto que él conocía como nadie. Por supuesto que acepté, el solo cambio de vuelo me costaría cinco veces más.
Siguiente escena: sentado en una silla de ruedas corriendo por los pasadizos. Llegué apenas, la operaria estaba cerrando el vuelo, pero en cuanto me vio postrado se condolió y tuve mi pase a bordo en muy pocos minutos.
Mi benefactor me llevó hasta la puerta de ingreso a las salas de espera en la silla y se fue con el verde billete en la mano. Y yo llegué a Guadalajara al Encuentro Internacional de Periodismo y a la Feria del Libro a dar mi charla, comprar muchos textos y contar esta anécdota a mi amigo Alonso Torres y su combo.
Pero las sorpresas recién comenzaban. Desde La Paz me llegó la “conminatoria” de comprar un libro que sería presentado en el evento: Gabo Periodista, con escritos de Jon Lee Anderson, Sergio Ramírez, Héctor Abad Fasciolince, Jaime Abello y otros. Recibí encantado el encargo.
Fui a la presentación para sólo enterarme que García Márquez gozaba de buena salud, que el libro era maravilloso y que estaría a la venta para los mortales solamente dentro de dos años porque la primera edición de 10 mil ejemplares sería para las bibliotecas.
Estábamos entonces ante la crueldad más refinada: una presentación de libro sin libros. Un pasar la miel por la boca y luego, adiosito. Y entonces me di cuenta de que no debía preocuparme. Que mucho antes de que se cumplan los dos años, el mercado del libro pirata inundaría de esos textos inalcanzables nuestros mercados. Que hay lugares en el mundo donde muchas cosas dependen de que las reglas sean rotas.
Así que no lo dude, cuando tenga en mis manos la edición trucha de un libro que hoy no puedo comprar, diré bien fuerte: ¡Como Latinoamérica, no hay dos!