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¿Acaso estáis locos?

Eso mismo dijo Silvio Berlusconi, en términos de la prensa española, cuando el año pasado un periodista le consultó si pensaba renunciar. Al mes siguiente, como todo tiene su día, en alguna parte de nuestro indulgente planeta se celebraba con entusiasmo a la marmota y en noviembre, a la “usabilidad”. El florido calendario de fechas por conmemorar incluye varias perlitas y omite otras; a propósito, me imagino, para no rebosar en devaneos que en Bolivia pueden ser cuestión de Estado, como las peregrinas dilucidaciones sobre mayas y solsticios.

Va llegando el “tiempo del Pachakuti” y, con él, una jornada de energías concéntricas que dan pie a un inusual alborozo del canciller Choquehuanca, organizador de lo que su palabra señera, aupada por saberes ancestrales, describe como el inicio de una nueva era —para dejar atrás el “no tiempo”—, con “guerreros del arco iris” y todo. Hay que ver al Ministro de Relaciones Exteriores invitando al mundo entero a adherirse a semejante acontecimiento, cuya magnitud obviamente trasciende los terrenales ámbitos de su cartera para situarse en la galaxia misma o, mejor dicho, en la “Madre Cósmica”.

Aturdido por tanta cosmovisión junta, me preguntaba qué ocurriría si la apocalíptica malaventuranza del fin del mundo coincidiera con el solsticio de verano. Yo mismo me respondí: “Se aguaría la fiesta de la Isla del Sol y la búsqueda del equilibrio y la armonía tendría que ser reprogramada para una nueva oportunidad”. No me resultó tan fácil descifrar en qué quedaría el cierre del ciclo del “no tiempo”.

La cordial invitación del Canciller (a falta de naturaleza próxima, en una zona ajardinada que debe ser la plaza Murillo), está bien para fines turísticos. La profundidad de su mensaje lo pierde en uno de esos incómodos laberintos llamados circunloquios, pero esto no será óbice para recaudar el dinero que permita construir más canchas de césped sintético allá donde no hay agua para beber. Todo sea por el sano esparcimiento del Presidente.

El que no está para jugar a la pelota es Carlos Romero, de lejos el ministro más serio de este abigarrado Gobierno; él, difícilmente halle resquicio en su agenda para atender la convocatoria del, a ratos, estratosférico Choquehuanca. Y pensar que le vendría de perillas el solsticio en el lago Titicaca, según el Canciller, momento oportuno para encontrar la paz esquiva.

Volviendo al principio, si de dignatarios propensos a las fiestas en islas cercanas se trata, el susodicho Berlusconi, en 2011, es decir, pleno auge del “no tiempo”, se aferraba a su cargo de Primer Ministro pese a los escándalos que lo arrinconaban contra su mansión de Cerdeña. Igual se fue y con un vehemente “payaso” de despedida a cargo de primigenios indignados frente al palacio de Quirinale. Ahora, el payaso está de regreso.

Más allá de la chanza, entre Choquehuanca y Berlusconi hay un atlántico de diferencias. Payaso y todo, está claro que a Il Cavaliere le atrae el sexo, pero no el de las piedras. No ha trascendido que tuviera interés en importar coca para que los niños italianos la mascasen en vez de la insípida leche; ni que creyese en la inutilidad de los libros. Al Canciller, de su parte, no lo veo con ganas de grabar un disco de boleros, menos de vivir la experiencia del “bunga bunga”.

Choquehuanca tiene un perfil más espiritual. Por eso conviene hacerle caso. Escuchándolo, uno será más bueno y es probable que se gane algo en la Alasita, por ejemplo el titulito de guerrero en el ‘apúntele al blanco del arco iris’. Sin tanto esfuerzo, podemos empezar siguiendo su consejo de no dejarnos vencer por el miedo al 21-12-12. ¡Buh!