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Reapropiación de la ciudad

En diciembre, la Navidad se convierte en el aspecto más importante del programa de vida de muchas personas y familias en la mayor parte del planeta. De igual manera, es una fecha que llama a la reflexión y el comentario sobre la esencia de su valor espiritual. Esto porque en los últimos años se ha convertido esencialmente en una fiesta comercial, acompañada de infinitas campañas televisivas que colaboran en su consolidación como tal.

Sin embargo, la Navidad produce cambios en todos los rincones del mundo. Su celebración alienta a realizar pequeñas transformaciones temporales en el paisaje urbano de las ciudades. Esto sabiendo incluso que la preocupación mayor está centrada en cómo articular lo religioso con lo comercial.

Cabe recordar que a partir de los primeros días del último mes del año, los centros urbanos se convierten nuevamente en verdaderos espacios públicos, donde puede suceder de todo. Desde la presentación de pequeñas obras de teatro que hacen alusión al tema religioso, hasta exposiciones de artistas o artesanos que muestran las nuevas tendencias de su rubro, obviando todo sentido místico. Esto se refleja en una especie de artistización del entorno urbano, apoyado en el armado de árboles navideños u otros —con formas abstractas— que los representan. Todos adornados con bellos conjuntos de luces de colores, que son admirados por toda la población, especialmente los niños. Así, su importancia es significante también en lo lúdico urbano.

En La Paz, cada diciembre tiene ciertas particularidades y la cuestión central es que el habitante “retoma la ciudad” durante ese mes. ¿Pero qué significa aquello? Que la ciudadanía se convierte en más asidua del espacio público, en calles y avenidas saturadas de comercio, donde transita aceptando el abigarramiento de esos lugares. Empero, un hecho que definitivamente no cambia ni disminuye, sino que más bien se agrava esos días, es el tráfico del parque automotor en esta urbe.

La apropiación ciudadana se extiende también a ciertas plazas céntricas donde se arman los artes navideños que concentran a la población. Para ello, no es necesaria una motivación especial o la búsqueda de socialización, ya que la única idea es el disfrute de las luces navideñas, lo que lleva a permanecer observándolas por bastante tiempo.

Se confirma, de este modo, que esos espacios públicos logran no sólo “el encuentro” de la ciudadanía cerca de un árbol de Navidad, sino hasta el diálogo entre desconocidos. Así, esos escenarios reafirman su prestigio de cualificación como “resortes de la democracia”, no sólo porque su sentido de pluralidad de usos parece reconformarse, sino porque aquello les permite convertirse en lugares con una suerte de visibilidades e infinitos enunciados, dignos de ser apreciados.

La Paz es una ciudad que siempre vibra con la Navidad, una celebración que es esperada por propios y extraños. Los unos, por el sentido religioso que conlleva, y los otros, por el hecho de elevar su economía. Todos en conjunto mueven esta urbe y se reapropian de los lugares públicos, dotándoles de un sentido singular por demás expectante.