Voces

Tuesday 5 Dec 2023 | Actualizado a 09:00 AM

Premios vinculados

La credibilidad del periodismo y de quienes de manera comprometida lo hacen es un bien.

/ 16 de diciembre de 2012 / 06:36

En su edición del 9 de diciembre, un diario local informó que el grupo financiero BISA, por tercer año consecutivo, fue galardonado con un premio a las mejores marcas en su rubro. Dos días después, ese mismo diario informaba que recibió, por tercer año consecutivo, un premio al periodismo. ¿Otorgado por quién? ¡Por el grupo financiero BISA! Se trata, por supuesto, de una casualidad. Pero podría llevar a confusión o engaño.

Más allá de que ambos hechos sean materia noticiosa, es evidente que no existe ninguna relación causal entre el premio obtenido por el BISA y el premio otorgado por el BISA. Es normal que una empresa financiera sea reconocida en un Ranking de Marcas hecho por otra empresa. Y debe esperarse que los medios informen sobre ello. ¿Pero qué tiene que hacer un banco —subrayo: un banco— concediendo premios a los medios de comunicación y periodistas?

Creo firmemente, aun presumiendo la buena fe del Premio BISA al periodismo y reconociendo que está avalado por estudios cuantitativos y cualitativos, que ninguna empresa privada, institución pública o poder fáctico debiera definir cada fin de año y menos premiar “lo mejor” del periodismo. Es una cuestión de principios. El riesgo no es tanto que la ciudadanía se quede con ese dictamen, sino que los propios medios y periodistas galardonados se lo crean.

El Código de Ética de la Asociación Nacional de la Prensa (ANP) señala bien que “detrás de regalos e invitaciones a periodistas, generalmente hay un marcado interés en que por lo menos se divulgue la información que le interesa al interlocutor”. Este postulado es reforzado por el Código Nacional de Ética Periodística cuando establece que los propietarios, directores, editores, periodistas y trabajadores de medios “no deben recibir remuneración, obsequio o prebenda alguna de instituciones o personas públicas o privadas”.

Es cierto que hay gran diferencia entre un regalo, invitación, remuneración o prebenda y un premio más bien simbólico, pero no dejan de ser de la misma familia toda vez que provienen de una fuente de información que, además, en muchos casos, es un importante anunciante. Es evidente también, vale explicitarlo, que muy difícilmente un medio o periodista condicionará su trabajo profesional por el hecho de recibir un galardón. Pero aun a riesgo de ser fundamentalista creo que los únicos premios que debiera recibir el periodismo son los otorgados por sus pares.

El mismo principio vale para los galardones que provienen del Estado e incluso de organizaciones sociales y no gubernamentales. Algunas excepciones habrá, claro, como cuando se distingue, por ejemplo, una cobertura informativa destacable en temas municipales, ambientales, de salud; o cuando se trata de un reconocimiento institucional a toda una trayectoria. Pero la advertencia permanece intacta: ningún poder político, económico o fáctico debiera definir cuál es “el mejor” diario, radio, canal de televisión, o conductor(a), periodista, programa, cobertura…

La contracara de recibir premios —“ganar”, dice algún diario como si se tratara de un concurso— radica en la propensión de algunos medios a otorgar premios, lo cual puede resultar, lo menos, impropio. Una cosa es que, como parte de los tradicionales recuentos de fin de año, se seleccionen y declaren, por ejemplo, “personajes del año”. Pero otra distinta es organizar ceremonias para entregarles estatuillas y, esta vez desde el periodismo, proclamar “lo mejor” de la sociedad, la economía, la cultura…

La credibilidad del periodismo y de quienes de manera comprometida lo hacen posible cada día es un bien precioso. Por eso debe ser escrupulosa y hasta obsesivamente preservada. Ello se logra mediante “una práctica honesta del periodismo serio, responsable y de alta confiabilidad”, como señala con precisión el citado Código de Ética de la ANP. Esa práctica (o su ausencia) se nota. Y no depende de ningún premio para existir.

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Pacto, esa mala palabra

/ 26 de noviembre de 2023 / 00:25

La palabra pacto, en Bolivia, es hija de la palabra gobernabilidad. Y se consagró con presuntuoso nombre: “democracia pactada”. La palabra gobernabilidad, ya se sabe, además de larga, es sospechosa y fea. La palabra pacto, en tanto, que gozaba de gran prestigio, ahora es una mala palabra. Con sus coaliciones promiscuas y contra natura, la democracia (im)pactada degradó tanto el pacto, que lo convirtió en sinónimo de corrupción política. Hoy quienes pactan son vendidos y “traidores”.

Más allá de las etiquetas y sus temporalidades, el pacto es bueno cuando se necesita; pareciera una perversión, en cambio, si resulta prescindible. Entre 1985 y 2003, con partidos minoritarios, el pacto fue condición de estabilidad política. Había que garantizar mayoría aritmética oficialista en el Congreso para ahuyentar el “trauma de ingobernabilidad”. De 2005 a 2019, con gobierno monocolor, no había obligación ni incentivos para pactar. Hoy el pacto ha vuelto a ser necesario.

¿Cómo recuperar la cualidad democrática del pacto? Habría que trenzar pactos de nuevo tipo. Para ello, la premisa es quebrar la persistente asociación del pacto con la lógica/memoria de las coaliciones multipartidistas del “Bolivia se nos muere”, el “entronque histórico” cruzando ríos de sangre, el pacto por la cerveza, las megacoaliciones con exdictador, en fin, el “qué difícil es amar a Bolivia”. Hay que descontaminar las razones y las prácticas del pacto político.

Dado el estigma del pacto, quizás sea más sano cambiar el alcance y la palabra. Algo más sencillo y expedito, menos intoxicado: el acuerdo. ¿Es posible que los actores políticos relevantes, esos que cuentan por su potencial de gobierno, de coalición o de chantaje, logren acuerdos mínimos? No hablo de acuerdos sustantivos ni programáticos, sino solo procedimentales. Acuerdos puntuales de estabilidad. Tampoco se trata de tejer una endeble “democracia acordada”.

Y no pienso solo en el actual escenario de gobierno dividido, con un oficialismo minoritario en la Asamblea y el riesgo comprobado de parálisis decisoria y bloqueo institucional (por mano de arcistas, evistas y opositores). Diviso en especial el horizonte poselectoral 2025: lejos tanto del MAS-IPSP predominante, en un extremo, como de la atomización, en el otro. Quizás más bien con un sistema de partidos de pluralismo polarizado, esto es, con necesidad de acuerdos.

Acuerdos de nuevo tipo, entonces. ¿Son acaso posibles? Acuerdos asentados en principios y valores antes que en cuoteo, prebenda, intereses particulares, amenazas, cerco, imposición, veto. Parece demasiado. La palabra acuerdo será hija del ejercicio del acuerdo o no será.

 FadoCracia fraudulenta

1. Tres días antes del balotaje en Argentina, los apoderados de Milei denunciaron que, en la primera vuelta, hubo “fraude colosal”. 2. Tardaron 24 horas en desdecirse: “no presentamos pruebas, no fue una denuncia, solo un pedido para que se extremen recaudos” (sic). 3. Se trataba, en realidad, de una colosal acusación preventiva: si gana Massa, gritamos fraude. ¿Suena conocido? 4. Ganó Milei, Massa no denunció fraude libertario y que viva la democracia. 5. El problema es cuando los derrotados en las urnas no aceptan el resultado y, sin pruebas, cantan fraude. Hay antecedentes: “fraude monumental” (Carlos Diego, elecciones 2019 en Bolivia), “fraude generalizado” (Donald, elecciones 2020 en Estados Unidos), “fraude sistemático” (Keiko, elecciones 2021 en Perú), “fraude escandaloso” (Jair, elecciones 2022 en Brasil). 6. Colosal, monumental, generalizado, sistemático, escandaloso… Hay un patrón fraudulento en quienes proclaman fraude por anticipado y, luego, lo agitan como bandera. 7. Están también los que, en nombre del “fraude”, tocan las puertas de los cuarteles. La democracia merece mejores perdedores.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo. 

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Los 9 en discordia

/ 12 de noviembre de 2023 / 00:25

La oposición política tuvo buen desempeño y resultados en la disputa por las directivas camarales. En Diputados, logró que la bancada arcista avale su plancha oficial. ¿Fue un contubernio entre Arce, Mesa y Camacho? No, en absoluto. Y en el Senado, puso en agenda un documento de 9 puntos suscrito por senadores evistas. ¿Fue un “pacto” entre Evo, Carlos Diego y Luis Fernando? Para nada. En ambos casos hubo acuerdos circunstanciales de conveniencia.

Más allá de la feroz y bien sincronizada guerra sucia contra el reelecto presidente del Senado, Andrónico Rodríguez (incluyendo falsificar su firma en el documento y cosas peores), es innegable que las bancadas de CC y Creemos asentaron una “propuesta programática”. En democracia tal cosa es normal y saludable. Falta conocer la agenda legislativa de las facciones del MAS-IPSP. Y que todo vaya a debate político y deliberación pública.

¿Y el documento de marras? Algunos puntos son necesarios. Otros debieran analizarse en el diseño normativo y, en especial, en su viabilidad técnica y/o política. Hay cosas declarativas. Y dos puntos expresan confusión o ignorancia. Veamos.

Lo necesario: Es imprescindible que el Órgano Legislativo recupere su atribución constitucional, hoy suspendida por un juez, de interpelar a los ministros de Estado y, en su caso, censurarlos con efectos. Y es fundamental que las elecciones o una reforma judicial se encaminen en la ALP, que también debe resolver el vacío que habrá el 2 de enero sin magistrados y consejeros electos, evitando interinatos o prórroga. Debiera revisarse también, sin exclusiones, el “paquete de leyes incendiarias”.

Lo discutible: Luego del difícil acuerdo entre opositores y arcistas para aprobar la Ley de aplicación de los resultados del Censo 2024, es inútil reabrir el debate para “ganar” tres meses. En cuanto a la restitución de los dos tercios en el reglamento, sería valioso si fuese para alentar acuerdos deliberativos amplios.

Pareciera que la finalidad es de veto. ¿Y el debido proceso para “presos políticos”? Más allá de los políticos presos, el debido proceso debiera exigirse y garantizarse para todos.

Lo desubicado: El “camino común” opositor patina en materia electoral. CC y Creemos suponen mal que el modelo argentino de primarias abiertas puede copiarse en Bolivia. Con fechas ilusorias, ignoran los plazos técnicos para organizar una elección (primaria, general, segunda vuelta). Se compran la falacia del “nuevo padrón electoral transparente y seguro”. Y quieren un “sistema de conteo rápido” (sic). Creo que están pensando en un sistema de resultados preliminares.

Hay que debatir la agenda de la oposición en el Senado.

 FadoCracia libertaria

1. Los libertarios nativos, que sueñan con parir un Milei o un Bolsonaro boliviano, son unos magos. No de otra forma se entiende su “Encuentro por la Libertad”. 2. Vea usted: con solo Bs 30, cubren su alojamiento en Santa Cruz, desayuno, brunch, almuerzo, cena y hasta churrasco de despedida. Si así de rendidora es la libertad… 3. Claro que además de la comilona, se podrá “aprender de los mejores exponentes de Bolivia” (14 señores y, de yapa, una mujer). Nunca antes se había mezclado tan selecta fauna “alternativa”. 4. El encuentro parece una forma innovadora —diferente a las kermeses que recaudan millones en campaña— para reclutar militantes. Será la convención inicial del declarado, pero todavía inexistente, Partido Liberal. 5. Los libertarios locales, aliados con patriotas y conservadores, desean convertirse en “nueva derecha” (más rancia que nueva). 6. Pero no son ingenuos. Saben que les falta calle. Y, por ahora, los Bs 30 no alcanzan. Por eso, contra sus principios, están buscando patrocinador del gran encuentro. 7. Ya cuentan con amigos donantes: “unos ponen vacas, otros pollos, otros cocinan”. Todo sea por abrazar la libertad.

 José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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Agitando escenarios

/ 29 de octubre de 2023 / 02:41

Claro que llegaremos al nuevo ciclo electoral 2025-2026. La cuestión está en las fisuras, el agotamiento, la incertidumbre. Para empezar, hay que navegar el cortísimo plazo: cerrar el agitado 2023. Luego de la puesta en escena divisoria en el MAS-IPSP, todavía irresuelta, viene la disputa por las directivas camarales. Y también la carrera de obstáculos para aprobar contratos, nuevos créditos, presupuesto. Difícil escenario para un gobierno hoy minoritario en la Asamblea.

Hasta ahí todo previsible, con riesgo de bloqueo y parálisis decisoria. Lo nebuloso corre por cuenta del TCP, ese suprapoder. Antes de fin de año, los actuales magistrados deben urdir un artificio para prorrogar su mandato (extensivo a la CSJ). De manual: “Mientras la ALP no convoque a las elecciones judiciales, estamos obligados a permanecer en el cargo”. Etcétera. Y en el mejor escenario, siempre descartable, habría comicios recién en junio de 2024.

Pero lo crítico es la probable sentencia constitucional sobre la reelección presidencial. En lógica de transacción, el TCP podría determinar que la CPE, al amparo de la opinión consultiva de la CIDH, prohíbe la reelección discontinua. Para ello se requiere una interpretación tan o más retorcida que la de 2017, cuando sentenciaron que la reelección indefinida es un derecho humano. Evo quedaría fuera de la candidatura. Quizás lo lancen el día de los santos inocentes.

Y llegará el 2024, año del censo. El 23 de marzo, entre el mar, la sequía y la hoguera, se hará el operativo para saber cuántos somos y cómo vivimos. Hay que celebrarlo. El problema, en septiembre, será la conversión de los datos en recursos y en escaños. La palabra redistribución es simpática, hasta que toca asumir que algunos pierden. Quizás estén en curso las elecciones primarias, ojalá competitivas. Y habrá renovada guerra sucia contra el padrón electoral.

Así arribaremos al 2025: año del bicentenario, señorías, año electoral. Si se mantiene el “bicicleteo” y no hemos pasado a un escenario de crisis económica, la disputa política concentrará la agenda y la conversación pública. ¿Cuántos candidatos, cuáles, saldrán del escindido MAS-IPSP? ¿Y en el fragmentado campo de la oposición? La premisa para ir a las urnas en julio es que se preserve la institucionalidad electoral. Y haya un acuerdo para respetar los resultados.

¿Y para cuándo el debate sobre proyectos de país? Más allá de las ofertas electorales, ¿cómo alentamos un proceso (pos)constituyente? Aparte de garantizar el voto, ¿qué democracias estamos construyendo? Además de gestionar la liquidez, ¿cuál es nuestro modelo de alternativa al desarrollo? Necesitamos, otra vez, escenarios de largo plazo.

FadoCracia iracunda

1. Cómo estaremos de mal, humanidad, si puedes perpetrar libremente un genocidio en nombre del “derecho a la legítima defensa”. Es como si un criminal te asaltara con extrema violencia y, en defensa propia, destruyes todo el barrio. 2. Mal, tan mal, que haces pasar por “guerra” el exterminio de un pueblo ocupado en régimen de Apartheid. 3. Es una tragedia cuando, con total impunidad, declaras al otro “horrible e inhumano animal”. Y lo destruyes. 4. Fatal cuando en pleno siglo XXI, cachivache, te proclamas “pueblo elegido por Dios” y arrasas con los “no elegidos”. 5. Todo con el silencio y la complicidad del mundo libre y civilizado: maten, ya, pero con “pausas humanitarias” (sic). 6. O peor: hagamos una conferencia de paz… ¡dentro de seis meses! Solo quedarán escombros y cadáveres. 7. Toca gritar con la activista palestina Rafeef Ziadah: “Permítanme hablar en mi lengua árabe antes de que también ocupen mi lenguaje / Soy una mujer árabe de color y nosotras venimos en todas las tonalidades de la ira / Ten cuidado, ten cuidado. Esta mujer que hay dentro de mí, solo te traerá tu próxima rebelde”. Resistimos.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo.

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A los 40 y uno

/ 15 de octubre de 2023 / 03:08

El futuro de la democracia en Bolivia es promisorio, pero hay que sobrevivir el presente. Me refiero al horizonte de la democracia intercultural y paritaria, asentada en los principios de demodiversidad y de equivalencia de condiciones. Creo que es una buena idea: democracias en plural, ejercicio complementario, igualdad sustantiva entre mujeres y hombres. Ahí está, en la letra y en el espíritu. Hay que avanzar en su difícil construcción en medio de disputas e incertidumbre.

Sobrevivir el presente, ese reto. El último Latinobarómetro declara una “recesión democrática” en la región. Nada menos. Es un escenario de retroceso. En promedio, solo el 48% de la ciudadanía cree que la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno. Apenas el 28% está satisfecho con su funcionamiento. Y el 36% apoyaría un gobierno militar. Democracia en crisis. Predominan el malestar y el desencanto. Tierra fecunda para el autoritarismo.

¿Cómo estamos en casa al cumplir un nuevo año del meritorio proceso de democratización? Buen momento para el balance, pese a los (no) debates inconducentes. ¿Transición o recuperación de la democracia desde 1982? Como si pudiera recuperarse algo que no había. ¿Son 40 o 41 años? ¿Cuenta el año del régimen inconstitucional de Áñez? Del otro lado: ¿cuentan los años del gobierno monocolor del MAS-IPSP? ¿Hemos tenido, en fin, tenemos una “verdadera” democracia?

La democracia boliviana, como el Estado, es todavía una democracia con huecos. En su forma liberal-representativa, está en los mínimos. Sin certezas sobre el próximo ciclo electoral: polarizada, fragmentada. Con muy elevada desconfianza en los partidos y sus liderazgos, poco democráticos. Y con renovada duda sobre el respeto al resultado. Los perdedores, ¿cantarán otra vez “fraude monumental”? ¿Culparán al padrón? ¿Irán de rodillas a los cuarteles implorando junta cívico-militar?

A sus 40 y uno, nuestra democracia diversa tiene un futuro prometedor. Pero debe navegar, sin naufragios ni tentaciones autoritarias, la kamanchaka del presente. No basta garantizar reglas y procedimientos. Se deben generar y exhibir, también, resultados. Son tiempos turbulentos para las democracias. Así, entre las actuales menudencias de unos y otros en el campo político, ¿en qué condiciones llegaremos al ciclo electoral 2025-2026? ¿Habrá primarias para binomios presidenciales?

Ojalá que los siguientes aniversarios de la democracia en el país sean más celebratorios y menos de quejas chicas y debates de trinchera. Y que, a sus cincuenta, la demodiversidad en ejercicio y la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres sean más que una buena idea. Hay que radicalizar, siempre, la democracia.

 FadoCracia auto, auto, auto

1. El congreso del MAS-IPSP instauró un estilo de veloz purga política: la autoexpulsión. Como no asistieron, Lucho y David se echaron a sí mismos. Es probable que, en reciprocidad, el cabildo autoexpulse a Evo. 2. Están también los autoproclamados. Jeanine, por ejemplo, que en 37 segundos se nombró presidenta del Senado y luego, sin quórum, se autoproclamó presidenta de facto del Estado. 3. Pronto veremos un eficaz mecanismo para conservar un cargo electivo: la autoprórroga. Tras bloquear las elecciones judiciales, los magistrados ampliarán su mandato por mano propia, sine die. Son unos maestros. 4. ¿Y los aduaneros? El que en 2019 alentó la quema del TED Potosí, hoy dice que fue ¡un autoatentado! (ufa, Pumari). 5. No faltan los autómatas con incontinencia verbal: “matemáticamente”, 55% no es mayoría absoluta. Ah, diputado. 6. Debiera aprender el silencio de su jefe, Ciudadano X, que evita declarar para no “autoincriminarse” (sic). 7. Y cerramos con el auto(des)engaño del periodismo “independiente”: acaba de descubrir/ reconocer que donde, lloroso, tituló “tormenta perfecta”, debió decir estafa maestra. Seguimos.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo. 

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Diario de un (des)encaje

/ 1 de octubre de 2023 / 01:56

El 13 de noviembre de 2022, el entonces dirigente cívico Rómulo Calvo, desde su arresto domiciliario, preguntó en video: “¿Están todos de acuerdo en delegar al Comité Pro Santa Cruz la convocatoria a una comisión constitucional que, en el marco legal y democrático, revise la futura relación política de Santa Cruz con el Estado boliviano?”. Aprobado, gritaron en el cabildo a los pies del Cristo Redentor, en medio de un paro cívico que agonizaba con la consigna “Censo SÍ o SÍ 2023”.

¿Qué había aprobado el cabildo? ¿Qué significaba revisar la futura relación del departamento con el Estado? ¿Cuál sería el alcance del nuevo (des)encaje territorial? ¿Autonomía, federalismo, independencia? La confusión especulativa fue tanta que el comité cívico, tres días después, apelando “al valeroso pueblo cruceño”, tuvo que manifestar: “no podemos dar paso en falso, los tiempos para llevar adelante este mandato serán los idóneos”. El mandato no tenía ruta. Ni horizonte.

Un mes después, el 15 de diciembre, se hizo el “lanzamiento oficial del proyecto”. El marco conceptual planteaba, como premisas, un diagnóstico, evaluación de consecuencias, sujeción al marco legal y constitucional, y “equilibrio entre lo deseable y lo viable”. La metodología contemplaba etapas: consulta, análisis, propuesta preliminar, revisión y diseño final. La comisión sería inicialmente anónima y debía presentar el “nuevo modelo” el 24 de septiembre de 2023.

En los siguientes meses, las noticias sobre “la futura relación” fueron episódicas: un conversatorio por aquí, otro por allá, un foro por acullá. Dice que fueron 16 talleres de consulta. Y que hoy trabajan ocho comisiones para sistematizar las propuestas. El informe final se presentará el 13 de noviembre, justo un año después del mandato, precedido por el “cabildo de los dos millones” (sic) (en realidad hubo 229.000 asistentes, según informe documentado del Sifde-TSE).

El pasado miércoles, con más jaleo que sustancia, solo hubo el informe preliminar. ¿Cuál será el nuevo modelo de relación de Santa Cruz con el Estado boliviano? “La autonomía es el camino… no el destino”. Es en serio. Ni tan nuevo ni tan modelo. “La única traba es el centralismo”. La clave es “que nos dejen ser y hacer”. Es el discurso del año 2006 cuando se forzó el referéndum por las autonomías. “Redefinimos nuestra relación con el Estado”, jura hoy el comité. Y agradece.

El venidero 13 de noviembre parirán los montes y nacerá… “la futura relación bilateral” de Santa Cruz con el Estado central. El pueblo cruceño quiere auto, auto, autonomía. Así lo reveló ¡una encuesta! La estructura existe: “solo hay que construir en ella”. El (des)encaje será nuevo o no será.

 FadoCracia obligada

1. “Me han convencido, me han obligado”, aseguró Evo al anunciar su candidatura 2025. No es la primera vez que el pueblo lo obliga. Hay que salvar Bolivia. 2. A poco de asumir la presidencia, Luis aseguró que cumpliría su mandato y ya. Hoy matiza: (todavía) “no es oportuno”. Sin duda el 2024 las valerosas organizaciones sociales lo forzarán a ser candidato. 3. ¿Se va a postular? “No, ni siquiera a la alcaldía. Ahí se termina”, dijo Manfred en mayo. Un mes después: «Puedo ser el próximo gobernador. Veamos qué pasa”. Y ahora: ¿Será candidato a presidente? “Todo puede ocurrir, nunca hay que cerrarse a nada”. Ufa por la coherencia. 4. Es probable también que la comunidad imaginada, desde su trinchera X, exija la postulación de otros candidatos perdedores de elecciones: Carlos Diego, Samuel, Tuto. Con la “verdadera oposición” nunca se sabe. 5. Y van apareciendo varios autoproclamados que no necesitan, ni tienen, pueblo que los obligue: Vicente, Charly, Rodrigo, Agustín. 6. Bicefalia irreconciliable en el MAS-IPSP. Obstinada fragmentación en el campo opositor. 7. El nuevo ciclo electoral, masculino especulador precoz, está tocando la puerta.

José Luis Exeni Rodríguez es politólogo. 

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