Ocurre durante todo el año, pero cobra más fuerza en estas fechas, cuando la sed consumista vacía en las calles oleadas de desenfrenados compradores: los mercados se llenan de productos electrónicos truchos y reacondicionados.

En el primer caso los delata una serie de características, desde el modelo del producto hasta las toscas imitaciones de marca que suelen utilizar, pero fundamentalmente el precio. No obstante, más que una alerta para evitar la compra de equipos falsos, esto último funciona como un anzuelo, que generalmente atrapa a los consumidores con menos recursos.

Después llega el colerón consecuencia de haber comprado gato por liebre y, como el equipo no es original, no hay fabricante a quien quejarse y tampoco juzgados ni puestos policiales que atiendan a las víctimas de estos timadores.

En el otro caso el asunto es igual de grave. Si bien el consumidor no necesariamente compra gato por liebre, adquiere liebres que han recibido trasplantes por deficiencias y, obviamente, no rinden como las otras. Son equipos reacondicionados que los comerciantes prefieren llamar por su nombre en inglés, refurbished, para no espantar tanto a los clientes.

Los artículos refurbished son equipos que fueron usados y que se devolvieron al fabricante por tener pequeñas fallas. Luego de revisarlos y repararlos, las empresas los devuelven al mercado a un precio de hasta 50% más bajo y con escasa garantía.

Un reportaje publicado por La Razón a principios de mes reveló que la calle Eloy Salmón y el mercado Huyustus de La Paz están plagados de este tipo de equipos y que existen talleres especializados en borrar la etiqueta de refurbished que las fábricas colocan en este tipo de equipos. 

Incluso elaboran cajas para sustituir las que llegan etiquetadas como refurbished, por lo que se hace muy difícil identificar qué tipo de equipo es el que realmente uno compra. A esto se suma la pericia que han desarrollado estos comerciantes, no solamente para colocar sus productos en el mercado, sino además para hacer que sus clientes se vayan satisfechos tras aceptar garantías de uno o tres meses que no tienen respaldo de las fábricas y que generalmente están inscritas en recibos sin valor legal, que por si fuera poco reemplazan a las facturas.

Después de hacerle una exposición magistral sobre las ventajas de tal o cual producto, incluso comparándolo con otro que ellos mismos comercializan, le ofrecen un original a un precio y un refurbished algo más barato. Claro, usted pide el primero y, con cara de conocedor, revisa el aparato y los papeles de la garantía; entonces recibe su equipo y llega a casa, orgulloso, con un refurbished en sus manos.

Hay casos en lo que incluso se entregan certificados de garantía de las fábricas, pero algunos al final no sirven de nada en Bolivia porque sólo son válidos en el país donde se hizo la compra original.

Algunas empresas ya realizaron denuncias sobre la comercialización de este tipo de productos, pero ésta continúa y  las víctimas de estafa suman día a día.

Según el artículo 335 del Código Penal,  “El que con la intención de obtener para sí o un tercero un beneficio económico indebido, mediante engaños o artificios provoque o fortalezca error en otro que motive la realización de un acto de disposición patrimonial en perjuicio del sujeto en error o de un tercero, será sancionado con reclusión de uno a cinco años y con multa de sesenta a doscientos días”.

Exactamente, eso es lo que ocurre con la forma en  que se comercializan equipos truchos y refurbished en el país.

Las autoridades deberían hacer algo en defensa de los consumidores y de la ley.

es periodista. [email protected]