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Libertades

Las revoluciones y guerras que nos dieron la “libertad” a los países latinoamericanos, se caracterizan por un fenómeno intelectual de una pequeña élite social educada bajo patrones europeos, ideologizada por el enciclopedismo y naturalmente por la Revolución Francesa que utilizaron como su plataforma de lanzamiento la decadencia española. Fenómeno generado por la caída de la monarquía borbónica, reemplazada (en 1808) mediante la amenaza francesa, por José Bonaparte conocido por su afición a la botella. Más tarde, Fernando VII regresa, apenas para asegurar su propia sobrevivencia.

En resumen, durante los años en que se conceptualiza y se inicia la gesta libertadora, la debilidad española es aprovechada por un grupo político-militar criollo, con la mejor educación de la época, que era totalmente consciente de la oportunidad que se les presentaba para controlar el vasto territorio que hoy día llamamos Latinoamérica. En la práctica, y me odiarán por el concepto, fue un cambio de patrones ante la incompetencia del dueño original. Desde Sucre, ingeniero militar, heredero del marquesado de Preux, pasando por Bolívar, con amplios estudios en Europa, hasta San Martín, teniente coronel del ejército español, graduado del Real Seminario de Nobles.

Los verdaderos héroes de la gesta, los que aportaron el sudor y la sangre, fueron los millares de campesinos mestizos e indígenas que fueron reclutados en una guerra para la redistribución del poder y las tierras. Nuestra libertad fue una conflagración entre una élite emergente y llena de ímpetu y un Estado en proceso de disolución. Sí, tuvimos verdaderos revolucionarios dos generaciones antes, como Túpac Amaru o Galán que fueron aplastados por la maquinaria colonial con la misma fórmula de engaño-escarmiento público.

En Norteamérica la historia es otra. El territorio fue conquistado con las armas en la mano por los nuevos indígenas rubios, mediante una guerra individual de aniquilación sistemática de la población originaria, inconquistable e imposible de ser esclavizada como nuestros feudatarios (aztecas, chibchas, incas) a los cuales sólo fue necesario reemplazar a sus jefes. La nueva población puritana-empresarial norteamericana en sí, era una milicia paramilitar armada, que ante una situación de inequidad fiscal, decidió deshacerse del costoso imperio británico; en los mismos años de Túpac Amaru.

A diferencia de los suizos que son un ejército organizado absoluto que entrena quincenalmente con sus oficiales, los norteamericanos tienen una tradición apoyada por su constitución de paramilitares libertarios. Los norteamericanos desean mayoritariamente tener su fusil de asalto en la casa y comprar munición de guerra en el supermercado. Su esencia paramilitar de cuatro siglos les va en ello, aunque ahora sea simplemente una aberración inimaginable.