Icono del sitio La Razón

El peor enemigo

Una de las principales virtudes de la democracia es que sitúa la lucha por el poder en la relación, no exenta de conflicto, entre adversarios políticos, dejando atrás la distinción absoluta (abonada por Carl Schmitt) de amigo/enemigo. Así, el adversario, ese contendiente al cual hay que derrotar o convencer, adquiere protagonismo en lugar del enemigo, ese extraño al cual hay que eliminar o, al menos, someter.

Es frecuente, sin embargo, que la amistad y la enemistad aparezcan, a veces con fuerza, a veces con carácter simbólico, como parte de las acciones y motivos políticos. Es conocido, por ejemplo, que el presidente Morales concibe a determinados empresarios de medios de comunicación como sus principales “enemigos”. Otros enemigos declarados, aunque más abstractos, son el neoliberalismo, el colonialismo y el imperialismo.

Lo que llama la atención es que la relación amigo/enemigo se aplique también al cardenal Julio Terrazas. Así por lo menos lo habría señalado el exministro de Gobierno Sacha Llorenti, según declara su director de Régimen Penitenciario. ¿Es para tanto? ¿Es en serio? Y es que más allá de la reiterada postura crítica del Gobierno en torno a la jerarquía católica y sus afinidades con la oposición, resulta difícil de creer que el Cardenal sea su “peor enemigo”.