Icono del sitio La Razón

Un año más, un año menos…

Cada vez que se inicia una gestión es recomendable mirar atrás y analizar qué cosas buenas hicimos, para repetirlas y mejorarlas aún más, pero también para no cometer los mismos errores de cara al futuro.

He visto temor en mucha gente para 2013, asociado al cabalístico “13” que para algunos trae mala suerte; algo con lo que no coincido, pues cada hombre forja su destino. Y si bien el pasado ya no se puede cambiar, sí se puede afectar el futuro: Lo porvenir no es —sino— la consecuencia de las buenas o malas decisiones que tomamos ayer, y de las que tomemos de aquí en adelante. Por tanto, de lo que sembremos hoy dependerá la cosecha de mañana.

Particularmente a mí, el 2013 no me preocupa. Más bien: Proclamo, decreto y establezco que con la bendición de Dios será un excelente año para Bolivia, si es que gobernantes y gobernados nos animamos a tomar las decisiones correctas en función de las “lecciones aprendidas” de 2012, particularmente las económicas.

Bolivia inicia 2013 con una economía boyante: el PIB crece al 5%, superando la media latinoamericana; la inflación no llega al 5%; las RIN están en su mejor momento con $us 14.000 millones; ni qué decir de las exportaciones que rebasaron los $us 11.000 millones, logrando un saldo comercial superavitario por $us 3.000 millones; se habla de un superávit fiscal primario, etc., etc., etc. ¡Si hasta ya casi parecemos los ricos del barrio! Lamentablemente, no es así.

Macroeconómicamente parecemos un país casi perfecto; sin embargo, todavía hay dos millones de compatriotas que se van a dormir cada noche con hambre, y cuatro millones de bolivianos que viven en la pobreza.

Por tanto, 2013 debe ser el año de la microeconomía, de hacer las cosas bien para afectar también “el día a día” de los ciudadanos: generando más empleos de calidad, mejorando sus retribuciones al dejar que se exporte más, y haciendo que se venda más en el mercado interno, para lo cual hay que combatir con mayor determinación el flagelo del contrabando.

Una buena Ley de Inversiones que dé credibilidad y haga atractiva a Bolivia es lo que esperan con ansias muchos empresarios nacionales y extranjeros.

Alguien dijo que no hay mejor incentivo para un inversionista que garantizarle la recuperación y la ganancia de su capital en el tiempo, y es verdad. Así como en un matrimonio, también en los negocios la certidumbre no tiene precio…

Si a la previsibilidad de las reglas de juego se añaden políticas inteligentes para mejorar el entorno, con seguridad no precisaremos ir al exterior a colocar más bonos y endeudarnos, sino que miles de millones de dólares vendrán solitos aquí.

Como ya hemos escuchado tantas veces, “el capital no tiene ni Dios ni Patria”. La racionalidad del mismo es su reproducción y para ello demanda seguridad.

Y si a ello le sumamos incentivos, no soñaremos ya con un país que industrialice sus recursos naturales y ofrezca mejores oportunidades de empleo y una vida más digna a sus ciudadanos, sino que ¡lo seremos!

El 2012 ya es historia. Que crecimos económicamente, es cierto, pero que pudimos desarrollarnos más, también. Aprender de los aciertos ajenos es bueno, y de los errores propios, sabio. A veces es mejor crecer menos y avanzar más en lo social, aunque lo óptimo es hacer las dos cosas al mismo tiempo. No olvidemos que un “año más” siempre será al mismo tiempo “un año menos”, especialmente cuando se está en una lucha contrarreloj para sacar a la gente de la pobreza.