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Que el cambio llegue a la inspección

Todos los años concluyen y comienzan con colas para la inspección vehicular y con dudas sobre su utilidad, al menos en las condiciones actuales. El objetivo oficial de campaña, el del discurso, el de las conferencias de prensa, es que el parque automotor esté compuesto únicamente por unidades que reúnan las condiciones técnicas mínimas para circular. Que no transiten motorizados con problemas en sus sistemas de freno, que las luces estén en perfecto estado de funcionamiento, que no usen vidrios polarizados sin autorización, que tengan extinguidores, cinturones de seguridad, botiquines, etc.

Una cantidad de cosas que, como sabemos todos, no se cumple con rigurosidad ni siquiera el día de la inspección. Con excepciones, claro, la revisión se limita a verificar los números de chasis y motor, que no hayan deudas pendientes con Tránsito y, si los inspectores son puntillosos, que las luces funcionen bien y que el vehículo tenga gata, triángulo de seguridad, extinguidor y botiquín.

Si no los tuviera, hay inspectores que, “para evitarle el problema”, pueden pasar por alto esta ligereza con una “ayuda para el almuercito”. A realizar otra cola del demonio, gastar gasolina hasta llegar a la tienda para comprar lo que falta, pagar por el producto, demorar en las trancaderas y todo lo demás, es preferible que el esforzado inspector almuerce bien.

¡Eso es corrupción de ambos lados! dirán ¡Hay que denunciarlo! afirmarán. Pero la verdad es que la realidad arrolla a la buena intención y no hay que hacer mucho esfuerzo para encontrar en las calles vehículos, no solamente sin extinguidores o botiquines, sino con faroles dañados, sin espejos retrovisores, con llantas que han perdido la huella, vidrios polarizados sin autorización y otras cosas más.

¿No me cree? Párese 15 minutos en las calles aledañas al Cementerio General o, si vive en la zona Sur, vea el estado de las camionetas de museo en las que las vendedoras y los vendedores de los mercados trasladan sus productos. No hay año en que la inspección acabe con esto.

Pero además hay otras cosas que llaman la atención. La campaña comenzó el 15 de octubre con una expectativa de cobertura de 850 mil vehículos, cuando un mes antes el parque automotor había llegado a 1.176.812 unidades, según el RUAT. ¿Y las 326.812 unidades no previstas en la cobertura de la inspección?

Otra cosa. 200 puntos de control para esa cantidad de vehículos hace que cada uno deba atender 5.884; 1.471 al mes y 49 por día, incluyendo sábados y domingos. Una tarea difícil de cumplir con la minuciosidad que requiere un país donde las improvisaciones mecánicas en los motorizados son comunes y donde la OMS prevé que las muertes como consecuencia de accidentes de tránsito aumentarán en 80% en ocho años. Hasta septiembre de 2012 habían fallecido 1.230 personas, 200 más que en todo 2011.  Ciertamente los accidentes debido a problemas mecánicos no llegan ni al 5% de este total, pero me temo que la cosa sería igual con o sin la actual inspección.

Por ello lo mejor sería que, de una vez por todas, el Gobierno certifique a talleres para que otorguen rosetas de inspección al menos dos veces al año en el caso del transporte público, de tal forma que éstos asuman algún grado de responsabilidad sobre el vehículo al que revisan, excepto si el accidente es por un problema mecánico fuera del rango de verificación. Esto sería lo mejor para los choferes, porque además serviría para garantizar el trabajo mecánico para sus unidades. 

En el caso de los particulares, la exigencia puede ser anual. Incluso los policías ya no se insolarían innecesariamente.