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No por mucho madrugar…

Los resultados de las recientes elecciones para la Gobernación en el departamento del Beni son parte de la pedagogía democrática en que las y los bolivianos estamos empeñados, tenaces y afanosos, desde hace 30 años.

Es el tercer proceso electoral en lo que va del año: Punata, Bermejo y Beni. Las dos primeras de ámbito municipal, para elegir alcalde; y la tercera, de ámbito departamental, para elegir gobernador. En los tres casos las autoridades electas hace casi tres años fueron acusadas formalmente por el Ministerio Público, sin que prosperen los procesos, lo que las llevó a renunciar al cargo para evitar que éste siga siendo ejercido por autoridades interinas (como sucede en Tarija).

En otros países sudamericanos los porcentajes de abstención electoral casi llegan al 50%, mientras que nosotros seguimos yendo a votar mayoritariamente, tres o cuatro veces por año, en las generales y en las municipales; por consultas o por revocatorios; por lo de siempre o por novedades, como las elecciones para el Órgano Judicial. Cada justa es una fiesta y cada resultado tiene su elemento sorpresa. A veces los sorprendidos son los votantes; otras, como el domingo, los encuestadores y el Gobierno.

Los resultados en números de las tres elecciones ya han sido ampliamente analizados por varias personas y compartidos con la audiencia de distintos medios de comunicación. Yo, abusando del tema, del papel y de su paciencia de lectores y electores, quiero compartir con ustedes las lecciones que, como ciudadana, estoy sacando de estas experiencias.

La lección número uno es que, pese a todo, en el país seguimos insistiendo en la vía democrática; y que ésta, pese a los silbidos y resoplidos que provoca en quienes desconfían del recurso, se expresa nomás principal, aunque no únicamente, a través del voto individual, libre y secreto: un derecho político imprescriptible e inalienable. Cuando el “soberano” habla a través de las urnas, su palabra debiera ser escuchada.

La lección número dos es que aunque los resultados de una elección municipal o una departamental o de una consulta no se pueden asumir automáticamente como fiel reflejo de la realidad nacional, de todos modos expresan las tendencias más generales. En el caso beniano, los datos nos hablan, una vez más, de la polarización en las preferencias políticas que existe en el país, principalmente entre los mundos urbanos y rurales.

La tercera enseñanza es que difícilmente puede doblarse la mano de las y los votantes cuando tienen una posición definida en un proceso que lleva ya varias etapas. Ni la prebenda (ofrecida a manos llenas en el Beni), ni el matonaje, ni el oropel de confusas promesas pueden hacer cambiar de opinión a la ciudadanía, que está siendo testigo, y en cierto modo también víctima, de la inestabilidad y la incertidumbre que causan procesos arbitrarios, ilegales e injustos.

Finalmente, la lección más importante es que quienes aspiran a gobernar un municipio, un departamento o todo el país deberían gastar más tiempo, energía y recursos en una buena gestión, y dejar la farándula electoral para ocasiones más solemnes. Ya se sabe aquello de que tanto va el cántaro a la fuente, que termina por romperse. Concentrarse en ejercer eficiente y dignamente la función para las que fueron elegidos debería ser la prioridad de las autoridades, de ese modo podríamos librarnos de haber tenido que observar un acto vergonzoso y vergonzante, viendo jurar al partido de Gobierno a un alcalde, inerme y amedrentado, elegido con el respaldo de otra tienda política.