Prisas antichavistas
Está visto que las vísceras conducen al error, que la necrofilia mediática no es buena consejera
La fotografía es terrible. Y la tenemos. El gravemente enfermo Hugo Chávez, a quien no se ve desde su operación el 10 de diciembre en Cuba, aparece en una cama operatoria, sin cabello, inconsciente, intubado. La imagen se completa con manos médicas y sondas. Es un testimonio del estado de salud del caudillo, vamos, uno de los secretos mejor guardados desde hace años. Debemos publicarla, paisanos del grupo Prisa. La Historia, esa, y el mundo libre, nos lo agradecerán.
¿Pero cuál es el origen de la foto? Nos la ofreció la agencia gráfica Gtres Online, con la que trabajamos hace tiempo. ¿Y sabemos las circunstancias en las que fue tomada? Dicen que proviene de una enfermera cubana a través de su hermana, residente en España, la que a su vez contactó a la agencia. Aseguran también que la imagen fue obtenida hace siete días. Y quien la filtró fue retirado del círculo médico que atiende a Chávez. Ellos garantizan la veracidad de la instantánea.
¿Y no es necesario comprobar las condiciones en las que fue hecha la foto? Yoani Sánchez, nuestra corresponsal en Cuba, bloguera crítica al régimen de los Castro, ¿no podría hacer algún trabajo de verificación? ¿Podemos confiar en la sola palabra de la agencia, que ni siquiera es autora de la foto? No demos más vueltas.
Tenemos la foto. Hemos pagado por ella. Vamos a publicarla con el aval de nuestro nombre.
Está bien. La foto es de Chávez. Pero hay un problema. Nuestro Libro de Estilo, que ha servido como referencia para millares de periodistas, establece que “las fotografías con imágenes desagradables sólo se publicarán cuando añadan información”. Y esta imagen de un enfermo intubado y convaleciente es desagradable. Y no añade información. ¡Pero es Chávez, Chávez! Su estado de salud es motivo de gran polémica y encendido debate político en Venezuela. Y nosotros somos transparentes.
A publicarla entonces. Que la foto vaya en portada, como nota de apertura, cuatro columnas. Pero si dudamos de las circunstancias, el lugar o la fecha en que se realizó la fotografía, ¿no deberíamos darle un lugar menos ostentoso? No. Máximo destaque. Esta imagen es un documento informativo. Y El País tiene los derechos mundiales. Con lo que costó. Sólo nosotros. Máximo despliegue. Cuatro columnas en la edición impresa. Pantalla plena en la edición digital.
De acuerdo. Pero hay otro problema: las fuentes. ¿Las fuentes? Sí, las fuentes. Nuestro Manual de Estilo (¡ah!, otra vez, canalla) dice que los casos “dudosos, de cierta trascendencia o especialmente delicados han de ser contrastados por al menos dos fuentes, independientes entre sí”. Este caso es dudoso, trascendental y delicado. Y nosotros no lo hemos contrastado con ninguna fuente. Ni siquiera tenemos la versión de la familia, o del Gobierno. Son detalles. El Manual no estaba pensado para caudillos como Chávez.
Y la fotografía de marras se publicó. Grande, infame, deplorable. Con un título digno del más logrado amarillismo: El secreto de la enfermedad de Chávez. Pero resultó falsa. Un gran embuste. Una pifia. El supuesto “documento informativo” del diario español duró media hora en su edición digital y tuvo que ser retirado de su edición impresa. Delegando su responsabilidad a terceros —la agencia gráfica, “las restricciones informativas del régimen de Cuba” (sic)—, El País pidió disculpas en un pequeño recuadro de primera plana.
¿Qué pasó con la larga tradición de buen periodismo de El País? ¿El rabioso antichavismo del grupo Prisa le ganó a la elemental ética periodística? ¿Su afán por dañar la imagen del Presidente venezolano, elegido democráticamente, pudo más que sus principios como “periódico independiente”? El País tuvo que retroceder. Otra vez.
Como en abril de 2002, cuando justificó el fallido golpe de Estado contra Chávez. Está visto que las vísceras conducen al error. Está demostrado que la necrofilia mediática no es buena consejera.
Es comunicador.