El análisis electoral en acción
En el país, los estudios serios sobre el voto y el comportamiento electoral son escasos
En nuestro medio tan politizado, especialistas y aficionados, eruditos y aprendices, doctos y autodidactas, asumen su derecho a opinar en virtud de ciertos hechos coyunturales que son vistos como determinantes del futuro político del país. Pero no existe asunto que reúna a tantos opinantes que el tema electoral. Eso se debe, en parte, a que en el país el estudio del comportamiento electoral no ha prosperado y se ha estancado más bien en los estudios descriptivos de geografía electoral, los cuales han sido, además, académicamente monopolizados.
Frente a esto, aprendices de brujos, verdugos, regicidas y abogados del diablo se dedican a analizar elecciones desde su muy particular punto de vista.
Así, con relación a las recientes elecciones en el Beni, algunos han aclamado “la vigencia plena de la oposición”, o “de las fuerzas conservadoras”, según quienes han visto en la votación obtenida por el Movimiento Al Socialismo (MAS) “un crecimiento y un lento afianzamiento electoral”, contradiciendo así a quienes celebran más bien su “derrota” (y de Ipsos Apoyo y Opinión). Éstos, naturalmente los menos imparciales, anuncian incluso, a partir de su festivo diagnóstico, el “¿retorno de la política?”. Esta curiosa apreciación que entiende la política como un “espacio de acuerdos, concertación y estrategia”, frente a la “antipolítica corporativa y antidemocrática gubernamental”, aclama además que la elección en el Beni demuestra que sólo con la unidad se le puede ganar al MAS, aun cuando esa (re)unificación suponga una “alianza” de la más rancia y cuestionable élite política, acostumbrada a la constitución de mayorías artificiales, por medio del pactismo.
Pero esas “dilucidaciones” emergen de la simple lectura de números y no del análisis del votante; emergen de lecturas probabilísticas que se rigen por la regla del todo es posible y nada comprobable in situ. Incluso en igual sentido se presentan aquellas interpretaciones que se atreven a “dar cuenta” de las valoraciones del elector.
Así, algunos acusan la “derrota” de Jessica Jordan a la existencia de un electorado de “rasgos conservadores”, a la constitución del Beni como una “zona de atrincheramiento de las fuerzas reaccionarias”; a su geografía poblacional, cuyo “desperdigamiento habría facilitado el clientelismo gubernamental, merced al cual el MAS no habría perdido, sino ganado”; a un mal cálculo del Gobierno por defenestrar a Ernesto Suárez, porque “más que debilitado, éste habría salido fortalecido”, pues “los electores castigaron con su voto esa actitud autoritaria”. A la existencia de un electorado golondrina, “base natural del masismo, pero ausente en el momento de la elección, resultando ello en otro mal cálculo político”; e incluso a una “perversa asociación” de un triple prejuicio social que hizo que Jordan perdiera por ser “mujer, joven y bonita”.
Si bien en el análisis de la toma de decisiones electorales toda explicación es plausible, por ser el voto un tema muy complejo, una cosa es abordarlo tomando mano de teorías y métodos desarrollados hace décadas, y otra muy distinta elucubrar en torno a ello. Pero esto último se presenta como análisis electoral en cada elección, y lo curioso es que siendo Bolivia un país con más de 30 años de vida democrática, y habiéndose constituido ésta sobre la base de la regularidad electoral, los estudios serios son escasos.
Ante esa ausencia abunda la parafernalia, el exitismo, las magnificaciones y las peroratas; frente a lo cual sólo se puede decir que una elección local es diferente de una elección general, en sus significados, las evaluaciones de los votantes y los aspectos que se ponen en juego. Y este hecho invalida cualquier interpretación interesada.