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Autorretrato de un feminicida

En parte por morbo, en parte porque correspondía a uno de mis temas favoritos (la psicología socialista), me lancé a leer la autobiografía de Louis Althusser (El porvenir es largo) apenas la hube comprado. Morbo porque es ampliamente conocido que este famoso comunista francés estranguló a Helen Rytmann, su mujer, en 1980, después de largos años de tormentosa convivencia, para morir diez años después, no sin antes escribir este libro en 1985. Ya había intentado antes relatar su vida (texto también incluido en el libro, bajo el título de Los hechos), pero cualquiera que entretanto envía al más allá a su consorte debe ciertamente rever todo para incluir este hecho en su balance vital, no queda otra.
Althusser es un ejemplar típico de una criatura bien del siglo XX: el “homo psicoanalíticus”; es decir, alguien que si advierte en sí una admiración excesiva por un profesor, lo remite a alguna carencia paterna; si se dedica a perseguir a cierto tipo de mujeres y no a otras, piensa que es porque aquéllas tienen algo que tenía su mamá; si sueña que come huevos sin saciarse, simboliza una obsesión con alguna práctica sexual inconfesable, etc., etc., resultado de lo cual la vida se asemeja a una puesta en escena movediza e incomprensible en la que, para mal nuestro, nos han dado el papel protagónico.

Nada más un ejemplo: “Pero he creído durante mucho tiempo  (e incluso al principio de mi análisis) que interpreté con él el papel del hijo amoroso y dócil, considerándolo pues como un buen padre porque yo mantenía en aquella ocasión y respecto a él el papel del ‘padre del padre’, fórmula que me sedujo durante mucho tiempo y que me pareció que evidenciaba mis rasgos afectivos. Manera de saldar paradójicamente mi relación con un padre ausente dándome un padre imaginario, pero comportándome como su propio padre”. Si esta ebriedad filial es el resultado de someterse al psicoanálisis, yo prefiero un psicólogo más tradicional.

La faceta comunista de Althusser no es menos curiosa. Tozudo como tantos otros, considera que la esperanza roja no ha muerto (de ahí el título) incluso al precio de retroceder vertiginosamente a cierto infantilismo: “El dominio debe ser del proletariado. Se echa al agua la inmensa nave y durante todo el recorrido hay que vigilar a los remeros exigiéndoles una estricta obediencia, retirarlos de su puesto si vacilan, y reemplazarlos a tiempo, incluso sancionarlos. Pero si aquel inmenso río de mierda (el capitalismo) se atraviesa finalmente, entonces en el infinito está la playa, el sol y el viento de una primavera naciente. Todo el mundo baja, ya no hay más lucha entre los hombres y los grupos de interés, puesto que ya no hay relaciones mercantiles, sino una profusión de flores y de frutos que cada uno puede coger para su deleite”.

¿Qué pensar de este fantaseo? ¿Es una consideración filosófica o la ensoñación de un adolescente que ha fumado marihuana?

Pero volviendo al trágico fin de la vida matrimonial de Althusser, cuenta que un día le estaba masajeando suave y amorosamente el cuello a su esposa, cuando de pronto la vio muerta. Había apretado demasiado. Algo horrible, sin duda, pero al final los jueces lo consideraron irresponsable por locura temporal. Un buen ejemplo de que las cosas en esa materia son más complejas y sutiles de lo que piensan los legisladores bolivianos, que están pergeñando una nueva ley sobre el abuso a las mujeres. Por poner un ejemplo, si los hombres disponen de ventaja en la fuerza física, en cambio en materia de violencia psicológica y verbal las cosas parecen estar a la par, y esto puede enseñar lo que cuenta Althusser sobre su relación.

Yo supongo que Althusser mató a su mujer no “por ser mujer”, porque en ese caso habríamos entrado en un grado de barbarie similar a la nazi, cuando se mataba o encerraba a los judíos por ser judíos, sino por ser “su” mujer; por lo tanto, un ser humano bastante complejo, tan complejo como su marido, por lo cual sostuvieron un toma y daca de sadomasoquismo psicológico (como él mismo denomina a la relación) bastante enfermizo, como se puede leer en esta autobiografía.