Icono del sitio La Razón

La verdadera deuda nacional

Cuál es el volumen de la deuda nacional de EEUU? Podría suponerse que es una pregunta fácil. Sin duda, sabemos cuánto debe el Gobierno estadounidense. Lamentablemente, no es tan simple. La verdadera deuda nacional podría ser tres veces lo que se calcula convencionalmente, entre los 11 y 31 billones de dólares (un billón equivale a un millón de millones), según mis cálculos. Las diferencias reflejan, en su mayor parte, garantías de préstamos federales, explícitas e implícitas, “fuera del presupuesto”. En otra crisis económica, esas garantías podrían resultar en grandes pérdidas, que se traerían “dentro del presupuesto” y empeorarían los ya grandes déficits. Ése es el peligro.

Mi propósito no es asustar ni ser sensacionalista. Es simplemente ilustrar el problema. En términos amplios, la deuda nacional cubre todas las deudas por las que el Gobierno federal asume responsabilidad final. Para los políticos, el atractivo de los programas “fuera del presupuesto” es que permiten el placer de gastar, sin el dolor de gravar. Pero también crean grandes riesgos para el Gobierno.

Veamos por qué. Abajo verán cinco cálculos aproximados de la deuda nacional. Comparo cada uno de ellos con los ingresos nacionales de EEUU (producto bruto interno), que es la base económica para pagar los intereses de las deudas. En el año fiscal 2012, el PBI fue de 15,5 billones de dólares. Algunos economistas expresan que una proporción de la deuda que exceda el 90% ralentizará el crecimiento económico. Estados Unidos ya excede ese límite en cuatro de mis cinco cálculos.

1) Deuda del Tesoro de la que el público es acreedor: 11,3 billones de dólares, el 73% del PBI en el año fiscal 2012. Éste es el cálculo más común de la deuda nacional. Es un reflejo de los déficits anuales del pasado y representa lo que debe pedirse prestado mediante la venta de letras, pagarés y bonos del Tesoro. En 2007, las cifras eran sólo de 5 billones de dólares y 36% del PBI. Los niveles actuales (como porción del PBI) son los más altos desde la situación inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial.

2) Deuda federal bruta: 16 billones de dólares para 2012, 103% del PBI. Esta definición incluye la “deuda de la que el público es acreedor” (ver arriba) más los valores del Tesoro emitidos a fondos de fideicomiso del Gobierno, el mayor de ellos es el Seguro Social. A los economistas no les gusta esta idea de deuda, porque los valores del Tesoro en los fondos de fideicomiso representan una parte del Gobierno que le debe a la otra. Se puede comparar con prestarse dinero a uno mismo. El Congreso podría cancelar estas deudas, aunque casi con certeza, no lo hará. Los valores del Tesoro en la cuenta de fideicomiso representan compromisos políticos, más que obligaciones financieras.

3) Préstamos federales y garantías de préstamos: 2,9 billones en 2011, 19% del PBI. El Gobierno concede o garantiza préstamos a estudiantes universitarios, agricultores, veteranos, pequeñas empresas y otros. El valor nominal de la mayoría de estos préstamos no aparece en el presupuesto, pero el Gobierno es responsable si los prestatarios entran en incumplimiento de pagos. Si sumamos esta deuda (19% del PBI) a la deuda federal bruta la proporción de la deuda total representa un 122% del PBI.

4) Fannie y Freddie: 5,1 billones de dólares, 33% del PBI. El Estado no estaba obligado legalmente a cubrir las deudas de estas “empresas patrocinadas por el Gobierno” —las principales entidades crediticias para el mercado de la vivienda— pero casi todo el mundo supuso que lo haría, si hubiera problemas. Eso ocurrió en septiembre de 2008. Con Fannie y Freddie, la proporción de la deuda total se eleva a un 155% del PBI.

5) Organismo Federal de Garantía de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés): 7,3 billones de dólares, 47%  del PBI. Se trata del seguro de protección de las cuentas bancarias hasta $us 250.000. Si incluimos el FDIC, la proporción de la deuda total crece a un 202% del PBI.

Así pues, el cálculo más amplio de la deuda nacional (31 billones de dólares) es casi el triple del cálculo convencional (11 billones de dólares). Casi todos los artículos de mi lista (ya sean bonos del Tesoro o depósitos bancarios) son, en última instancia, obligaciones legales del Gobierno federal. Nota: son diferentes del Seguro Social y de los beneficios de Medicare, que a menudo se denominan como “deudas”. No lo son. El Congreso puede modificar los beneficios en cualquier momento, si escoge hacerlo.

Ahora permítanme agregar algunas salvedades menos alarmistas. Primero, algunos programas de crédito respaldados federalmente confieren enormes beneficios. El seguro del FDIC impidió el pánico de los ahorristas durante la crisis financiera. También cuenta con un fondo de seguros de $us 25 mil millones para cubrir pagos. Segundo, la mayoría del crédito respaldado federalmente va a prestatarios privados, que deberían poder pagar de vuelta. Los estándares de crédito poco severos pueden producir algunos incumplimientos de pagos, pero en épocas normales, deben ser una diminuta fracción del total. Generalmente, estos programas no representan una gran carga sobre los impuestos. En cambio, obtener créditos para cubrir el déficit presupuestario no es automáticamente autoliquidable.

El problema es que no vivimos “épocas normales”, tal como se utilizaba ese término. El crédito se expandió por la creencia optimista de que un crecimiento económico constante, obstaculizado sólo por modestas recesiones, permitiría pagar los intereses de la mayoría de las deudas. La crisis financiera y la Gran Recesión echaron por tierra esa suposición. A medida que la crisis se profundizó, los compromisos fuera del presupuesto se convirtieron en costos dentro del presupuesto. Los rescates de bancos abrumaron los recursos del FDIC; las pérdidas hipotecarias impulsaron las adquisiciones de Fannie y Freddie.

Algo similar podría volver a suceder. Una crisis profunda podría causar una cascada de incumplimientos de pagos de garantías “fuera del presupuesto” que requieren rescates dentro del presupuesto. La lección es la siguiente: Debemos rechazar nuevos compromisos fuera del presupuesto y reducir algunos que ya existen.

Es escritor y periodista estadouni-dense. © The Washington Post Writers Group , 2013.