Voces

Friday 19 Apr 2024 | Actualizado a 19:38 PM

Tribunales al servicio de la violencia

Las mujeres de América Latina denuncian que la justicia no funciona para la violencia de género

/ 10 de marzo de 2013 / 04:00

Mónica Casaglia está cansada de arreglar la puerta de entrada de su casa. Su marido ya se la rompió cinco veces. Pero más agotada está de denunciarlo sin resultado alguno. “Hice 18 denuncias en comisarías, en comisarías de la mujer, en fiscalías y en juzgados, por golpes, amenazas de muerte, porque tocó a mi sobrina, porque me roba, y sólo me llamaron dos veces del juzgado para avisarme que las causas se habían cerrado. Hace seis años que estamos así y mi marido ya me rompió toda la casa”, cuenta Mónica, bonaerense de 42 años, que vive separada desde entonces, pero recibe permanentes visitas de su pareja, borracho o drogado, con el argumento de visitar a cinco de los siete hijos que tienen en común y que siguen viviendo con ella. Una de ellos es la abusada sobrina de Mónica, a la que adoptaron cuando tenía siete años.

En Argentina, unas 255 mujeres murieron por la violencia machista en 2012, según el Observatorio de Feminicidios de la ONG La Casa del Encuentro. La cifra resulta un 10% menor a la de 2011, pero la directora de La Casa del Encuentro, Ada Rico, afirma que la bajada no constituye aún una tendencia. “En varios países de la región se viene registrando un preocupante repunte en los índices de asesinato de mujeres”, señala la directora para América Latina y el Caribe de ONU Mujeres, Moni Pizani. En 2011, entre el 17% y el 53% de las latinoamericanas reconoció que padeció la violencia de sus parejas o exparejas, según el caso de cada país.

“Te tratan mal en los juzgados y en las comisarías, se demoran horas en tomarte la denuncia”, cuenta Mónica, que vive en un barrio obrero del municipio de Moreno, en las afueras de Buenos Aires, y trabaja como cocinera en un restaurante. Y eso que el 10% de los policías, más del 30% de los jueces y más del 40% de los fiscales son mujeres en Latinoamérica, uno de los niveles más altos del mundo. En cambio, ellas representan menos del 20% de los ministros y los legisladores. En menos de la mitad de los países de la región rigen cuotas para las mujeres en los parlamentos nacionales.

“Una vez en la comisaría no me querían tomar la denuncia porque decían: ‘Hacés la denuncia y después te vas a arreglar con tu marido’. Otra vez el juez me dijo que tenía que cerrar la causa. ‘Esto se maneja así, ya se va a calmar’, me dijo. Tenés que ser fuerte o te volvés a arreglar con tu marido porque nadie te ayuda. Hay muchas mujeres que no trabajan y si se separan, ¿quién las mantiene?”, se pregunta Mónica, que en su trabajo le pagaban casi la mitad que a un compañero varón. Las latinoamericanas sufren más el desempleo (9%) que los hombres (6%) y las obreras de fábricas ganan menos que ellos: el 61% de lo que un varón en Brasil o el 72% en México.

Es periodista argentino.

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La sombra de la dictadura alcanza a Francisco

El nuevo pontífice es acusado de haber denunciado a dos sacerdotes de la Compañía de Jesús ante el régimen militar de los años 70. Si no es así, nunca se situó al lado de los pocos curas y jerarcas que denunciaron la violación de los derechos humanos de la época. Eso es cuestionable en él.

/ 17 de marzo de 2013 / 04:00

La supuesta colaboración del nuevo papa Francisco con la última dictadura de su país, Argentina (1976-1983), constituye el capítulo más oscuro de su vida. Organizaciones de defensa de los derechos humanos lo acusan de haber denunciado a dos sacerdotes de la Compañía de Jesús ante el régimen cuando él era provincial de esa congregación.

Los dos curas jesuitas se llamaban Orlando Yorio, ya fallecido, y Francisco Jalics, que vive en Alemania. Ambos se habían ido a vivir a barrios de chabolas de Buenos Aires para comprometerse más de cerca con los pobres. Pero para las autoridades de la Iglesia esa opción era mal vista. “Mucha gente que sostenía convicciones políticas de extrema derecha veía con malos ojos nuestra presencia en las villas miseria”, cuenta Jalics en su libro Ejercicios de meditación, de 1995. ”Interpretaban el hecho de que viviéramos allí como un apoyo a la guerrilla y se propusieron denunciarnos como terroristas. No- sotros sabíamos de dónde soplaba el viento y quién era responsable por estas calumnias. De modo que fui a hablar con la persona en cuestión y le expliqué que estaba jugando con nuestras vidas. El hombre me prometió que haría saber a los militares que no éramos terroristas. Por declaraciones posteriores de un oficial y 30 documentos a los que pude acceder más tarde pudimos comprobar sin lugar a dudas que este hombre no había cumplido su promesa sino que, por el contrario, había presentado una falsa denuncia ante los militares”, añade Jalics.

Ese hombre era Jorge Bergoglio, el entonces provincial jesuita y ahora Papa, según contó Yorio en una carta de 1977 al asistente general de la Compañía de Jesús que obtuvo el periodista Horacio Verbitsky en una extensa investigación. Años después, cuando la democracia había regresado a Argentina, Yorio también comentó a otros sacerdotes que Bergoglio no los había “entregado”, pero sí los había “mandado al frente” (delatado) ante los militares, según relata a El País un testigo directo de aquella confesión.

El 23 de mayo de 1976 Yorio y Jalics fueron secuestrados por la dictadura. Padecieron cinco meses en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA), uno de los principales centros clandestinos de detención y tortura del régimen. Un interrogador le dijo a Yorio que sabían que no era guerrillero pero que con su trabajo en la villa unía a los pobres y eso era subversivo, según reconstruyó Verbistky. La Iglesia argentina, cuya jerarquía colaboró con la dictadura mientras una minoría ofrecía una valiente resistencia, intercedió para que los liberasen y así fue. Ambos fueron arrojados drogados en un bañado de una ciudad cercana a Buenos Aires, Cañuelas, un 24 de octubre.

En el libro El jesuita, en 2010, Bergoglio contestó a las acusaciones: “Nunca creí que estuvieran involucrados en actividades subversivas como sostenían sus perseguidores, y realmente no lo estaban. Pero, por su relación con algunos curas de las villas de emergencia, quedaban demasiado expuestos a la paranoia de caza de brujas. Como permanecieron en el barrio, Yorio y Jalics fueron secuestrados durante un rastrillaje. La misma noche en que me enteré de su secuestro, comencé a moverme. Cuando dije que estuve dos veces con [el dictador Jorge] Videla y dos con [el jefe de la Armada, Emilio] Massera fue por el secuestro de ellos”.

La justicia argentina citó a Bergoglio cuando era cardenal, arzobispo de Buenos Aires y jefe de la Iglesia argentina como testigo en el segundo juicio sobre los crímenes de la ESMA, que finalizó en 2011. Pero el ahora pontífice se excusó por su investidura de ir a los tribunales y fueron los magistrados los que tuvieron que ir a tomarle declaración en el edificio de la curia porteña.

Bergoglio también ha sido citado como testigo en una causa en Francia por el asesinato en la dictadura argentina del sacerdote de ascendencia francesa Gabriel Longueville. Una hermana y tía de desaparecidos pidió que además se le interrogara en Argentina por sus presuntos conocimientos sobre el robo de bebés de secuestradas por la dictadura. Bergoglio, en cambio, dice que durante aquellos años protegió, escondió y ayudó a exiliarse a perseguidos por el régimen. Claro que nunca se situó entre los pocos obispos y sacerdotes que asumieron un papel de abierta lucha contra las violaciones de los derechos humanos de aquellos años.

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La teología de la liberación está ‘herida’, pero aún ‘viva’

El recordatorio de los 50 años del Concilio Vaticano II también es momento de reflexión en Latinoamérica, donde más fieles tiene la Iglesia Católica, pero donde también avanzan otras comunidades cristianas, creencias modernas y el agnosticismo.

/ 11 de noviembre de 2012 / 04:19

Así como este concilio supuso en Europa el inicio del diálogo del catolicismo con el mundo moderno, en América Latina significó el comienzo del diálogo con el mundo de los pobres, según Pedro Ribeiro de Oliveira, sociólogo y profesor en la maestría en Ciencias de la Religión de la Universidad Católica de Minas Gerais (Brasil).

Pero en estos 50 años esa opción ha ido perdiendo fuerza. Los miembros de la Iglesia no se sienten más comprometidos y la jerarquía tiene más preocupación por sumar fieles que por el diálogo con los pobres, advirtió Ribeiro.

Al finalizar el Concilio Vaticano II (1962-1965), los obispos latinoamericanos manifestaron esa opción por los pobres en la Conferencia General del Episcopado regional en Medellín en 1968.

Desde entonces cobraron mucha fuerza la teología de la liberación, las comunidades eclesiales de base (CEB), formadas por laicos, la lectura popular de la Biblia, el compromiso cristiano contra las estructuras sociales consideradas injustas, los religiosos defensores de los pobres y los numerosos mártires de las dictaduras militares y de poderosos intereses económicos, aunque ninguno de ellos ha sido hasta ahora canonizado por Roma.

Con el papado de Juan Pablo II (1978-2005), con Joseph Ratzinger (actual Benedicto XVI) a cargo de la Congregación de la Doctrina de la Fe (ex Tribunal de la Santa Inquisición), comenzó un franco proceso de involución eclesial, de invierno en la Iglesia, de noche oscura, opinó el teólogo y profesor de la Universidad Católica de Curitiba (Brasil) Agenor Brighenti.

Ideal. Fueron los tiempos en que Ratzinger tachó de marxista a parte de la teología de la liberación, que dejó de enseñarse a los seminaristas, y en los que los obispos vertieron sospechas y críticas hacia las CEB por su supuesta politización, recuerda Pablo Richard, sacerdote y teólogo chileno.

Pero la minoría católica que aún mantiene viva esa fe referida a los pueblos crucificados y a la Iglesia construida desde la base no se mortifica por su situación actual. La liberación es un ideal, no de los vencedores, sino de los vencidos, un movimiento de resistencia al exilio, comentó Brighenti.

Este movimiento de la Iglesia latinoamericana fue significativo, pero minoritario, expuso el jesuita español Víctor Codina, profesor emérito de la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba. Pese a todo, el teólogo jesuita considera que la Iglesia latinoamericana avanza entre luces y sombras.

Ribeiro, Brighenti y Codina coincidieron en destacar que la corriente liberadora de la Iglesia latinoamericana sigue vigente y como prueba de ello citan el reciente congreso continental de teología, en Brasil, con la presencia de muchas mujeres, jóvenes y 30 obispos. La Iglesia liberadora de América Latina “está viva”, pero es brasa bajo cenizas, opinó Brighenti.

Vaticano II, la ‘brújula’ de la Iglesia moderna

El Sumo Pontífice pidió una relectura de los documentos emitidos

EFE

El papa Benedicto XVI recordó que el Concilio Vaticano II       —que en octubre cumplió 50 años— continúa siendo válido y que los documentos emanados de ese “gran evento eclesial” son “una brújula” que permiten a la Iglesia navegar en mar abierto “para llegar a la meta”.

“Los documentos del Concilio, a los que hay que volver, liberándoles de una masa de publicaciones que muchas veces en vez de que se conozcan lo esconden, siguen siendo para nuestro tiempo una brújula que permite a la nave de la Iglesia navegar en mar abierto, en medio a las tempestades o aguas calmas y tranquilas para navegar de manera segura y llegar a la meta”, afirmó el Papa.

Reflexión. El Obispo de Roma, que participó en ese Concilio que lanzó a la Iglesia hacia el tercer milenio cuando era un joven profesor de teología, hizo estas manifestaciones ante varias decenas de miles de personas presentes en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Benedicto XVI en algunas ocasiones dijo que tras el Vaticano II se desató “un utopismo anárquico entre algunos miembros de la Iglesia convencido de que todo sería nuevo” y que se cometieron numerosos abusos de la liturgia. De ahí que volviera a pedir su relectura. “Se celebró en una época en la que los hombres estaban más apegados al reino de la tierra que al de los cielos”, rememoró.

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La teología de la liberación está ‘herida’, pero aún ‘viva’

El recordatorio de los 50 años del Concilio Vaticano II también es momento de reflexión en Latinoamérica, donde más fieles tiene la Iglesia Católica, pero donde también avanzan otras comunidades cristianas, creencias modernas y el agnosticismo.

/ 11 de noviembre de 2012 / 04:19

Así como este concilio supuso en Europa el inicio del diálogo del catolicismo con el mundo moderno, en América Latina significó el comienzo del diálogo con el mundo de los pobres, según Pedro Ribeiro de Oliveira, sociólogo y profesor en la maestría en Ciencias de la Religión de la Universidad Católica de Minas Gerais (Brasil).

Pero en estos 50 años esa opción ha ido perdiendo fuerza. Los miembros de la Iglesia no se sienten más comprometidos y la jerarquía tiene más preocupación por sumar fieles que por el diálogo con los pobres, advirtió Ribeiro.

Al finalizar el Concilio Vaticano II (1962-1965), los obispos latinoamericanos manifestaron esa opción por los pobres en la Conferencia General del Episcopado regional en Medellín en 1968.

Desde entonces cobraron mucha fuerza la teología de la liberación, las comunidades eclesiales de base (CEB), formadas por laicos, la lectura popular de la Biblia, el compromiso cristiano contra las estructuras sociales consideradas injustas, los religiosos defensores de los pobres y los numerosos mártires de las dictaduras militares y de poderosos intereses económicos, aunque ninguno de ellos ha sido hasta ahora canonizado por Roma.

Con el papado de Juan Pablo II (1978-2005), con Joseph Ratzinger (actual Benedicto XVI) a cargo de la Congregación de la Doctrina de la Fe (ex Tribunal de la Santa Inquisición), comenzó un franco proceso de involución eclesial, de invierno en la Iglesia, de noche oscura, opinó el teólogo y profesor de la Universidad Católica de Curitiba (Brasil) Agenor Brighenti.

Ideal. Fueron los tiempos en que Ratzinger tachó de marxista a parte de la teología de la liberación, que dejó de enseñarse a los seminaristas, y en los que los obispos vertieron sospechas y críticas hacia las CEB por su supuesta politización, recuerda Pablo Richard, sacerdote y teólogo chileno.

Pero la minoría católica que aún mantiene viva esa fe referida a los pueblos crucificados y a la Iglesia construida desde la base no se mortifica por su situación actual. La liberación es un ideal, no de los vencedores, sino de los vencidos, un movimiento de resistencia al exilio, comentó Brighenti.

Este movimiento de la Iglesia latinoamericana fue significativo, pero minoritario, expuso el jesuita español Víctor Codina, profesor emérito de la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba. Pese a todo, el teólogo jesuita considera que la Iglesia latinoamericana avanza entre luces y sombras.

Ribeiro, Brighenti y Codina coincidieron en destacar que la corriente liberadora de la Iglesia latinoamericana sigue vigente y como prueba de ello citan el reciente congreso continental de teología, en Brasil, con la presencia de muchas mujeres, jóvenes y 30 obispos. La Iglesia liberadora de América Latina “está viva”, pero es brasa bajo cenizas, opinó Brighenti.

Vaticano II, la ‘brújula’ de la Iglesia moderna

El Sumo Pontífice pidió una relectura de los documentos emitidos

EFE

El papa Benedicto XVI recordó que el Concilio Vaticano II       —que en octubre cumplió 50 años— continúa siendo válido y que los documentos emanados de ese “gran evento eclesial” son “una brújula” que permiten a la Iglesia navegar en mar abierto “para llegar a la meta”.

“Los documentos del Concilio, a los que hay que volver, liberándoles de una masa de publicaciones que muchas veces en vez de que se conozcan lo esconden, siguen siendo para nuestro tiempo una brújula que permite a la nave de la Iglesia navegar en mar abierto, en medio a las tempestades o aguas calmas y tranquilas para navegar de manera segura y llegar a la meta”, afirmó el Papa.

Reflexión. El Obispo de Roma, que participó en ese Concilio que lanzó a la Iglesia hacia el tercer milenio cuando era un joven profesor de teología, hizo estas manifestaciones ante varias decenas de miles de personas presentes en la plaza de San Pedro del Vaticano.

Benedicto XVI en algunas ocasiones dijo que tras el Vaticano II se desató “un utopismo anárquico entre algunos miembros de la Iglesia convencido de que todo sería nuevo” y que se cometieron numerosos abusos de la liturgia. De ahí que volviera a pedir su relectura. “Se celebró en una época en la que los hombres estaban más apegados al reino de la tierra que al de los cielos”, rememoró.

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