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El enojo de Bill Gates

La semana pasada, a través de Twitter, Bill Gates manifestó su molestia por la reducción de la ayuda humanitaria que las naciones industrializadas proporcionan a los países de escasos recursos, como son los africanos, especialmente en proyectos del área de salud.

Los recortes en la cooperación internacional devienen principalmente por dos razones. En primer lugar, debido a la actual crisis financiera que viven los países que tradicionalmente han subvencionado programas de salud a nivel mundial. La segunda causa se debe a las evaluaciones sobre el uso de los recursos de la cooperación, pues dan cuenta de que un gran porcentaje de ese dinero se pierde por la falta de eficiencia y por hechos de corrupción, lo que hace que esa ayuda sea “moralmente insostenible”, según señalan los expertos.

Por el contrario, Gates asegura que existen experiencias muy fructíferas, como el trabajo que desempeña GAVI, una institución que se encarga de gestionar eficazmente la compra de vacunas y de aplicarlas directamente a los más necesitados. Labor que ha reducido de forma excepcional la mortalidad infantil en África y en China. Luego, esa ayuda retorna con el soporte económico de esos mismos países, lo que permite darle sostenibilidad a los grandes proyectos de vacunación.

Ahora bien, algunos críticos sostienen que es inmoral gastar dinero en el extranjero cuando su propia economía se está desplomando. Empero, el magnate de la informática manifiesta otro punto de vista, cuando afirma que al adoptar un enfoque sistémico para salvar vidas se está demostrando un “liderazgo moral al mundo”. Sin duda las posturas en favor de restringir la cooperación en época de crisis deben ser consideradas, porque de lo contrario se corre el riesgo de mal interpretar esa contribución.

No obstante, cabe recordar que detrás de la ayuda humanitaria existen también intereses geopolíticos, como la estabilidad de una región, que benefician no sólo a las naciones auxiliadas sino también al resto. De allí que por ejemplo varios países estén dispuestos a gastar fortunas inmensurables en la compra de armamento y en manutención de soldados en trincheras extranjeras, cuando ocurren conflictos bélicos más allá de sus fronteras; y lo hacen no precisamente para congraciarse con los gobiernos involucrados.

Es razonable el enojo del filántropo más importante del mundo, que se preocupa por el actual estado de la ayuda internacional y su rol de salvar vidas. Al respecto, es mejor entregar no sólo dinero sino también gestionarlo, para que sea utilizado de manera transparente y eficaz. En nuestro país, ejemplos de cooperaciones débiles y mal administradas  hay muchos. ¿O no?