El 10 y 11 de marzo, los habitantes de las Islas Falkland votaron en un referéndum para decidir el tipo de futuro político que desean, para ellos y sus hijos. Querían enviar una clara señal al mundo sobre lo que desean, no lo que prefiere ni la Argentina ni el Reino Unido, sino lo que ellos quieren. Están cansados de que sus puntos de vista y su realidad sean malinterpretados por una Argentina que va en aumento en su confrontación, cuyas autoridades desean privarles de sus derechos más fundamentales y emiten comunicados sobre esta gente, que supuestamente está sufriendo “bajo el yugo del colonialismo”; incluso afirman que “ellos no existen”, como recientemente declaró el ministro de Relaciones Exteriores argentino, Héctor Timmerman, durante una visita a Londres.

El referéndum, una iniciativa del Gobierno democráticamente elegido de las Islas Falkland, preguntó a su gente si deseaban o no que sus islas continúen siendo un territorio de ultramar británico. No se les preguntó si “los británicos desean permanecer siendo británicos”, un reclamo que deliberadamente desvía el sentido y busca denigrar el significado de la consulta. Con una participación del 92%, los isleños votaron casi por unanimidad a favor de mantener su actual estatus, que les permitirá disfrutar de un alto nivel de autogobierno, teniendo al Reino Unido como responsable por su defensa y relaciones exteriores, mientras que la población de las islas seguirá manejando sus asuntos internos, incluyendo el manejo de su economía (lo cual incluye recibir todos los beneficios del petróleo que se encuentre en su jurisdicción, pues pertenecería a las Islas Falkland y no al Reino Unido). Solamente tres personas votaron en contra, lo que dio un apoyo del 99,8% de la población a favor.

La consulta fue observada por una respetable institución canadiense, con 60 observadores internacionales de siete países, incluyendo algunas naciones latinoamericanas. Cabe señalar que no existe ningún requerimiento que especifique que un referéndum deba ser supervisado por las Naciones Unidas. Por ejemplo, el referéndum que se realizó el año pasado en Puerto Rico, para consultar a su población sobre los futuros arreglos políticos de su país, tampoco fue supervisado por la ONU; organización que en ninguno de los dos casos rechazó los resultados. No obstante, lamentablemente, el Gobierno de Argentina rechazó los resultados del referéndum inclusive antes de que se lleve a cabo. Pues cree que los pobladores de las Islas Falkland, cuyos antepasados han residido en las islas por hasta nueve generaciones (es decir, antes de que la República de Argentina exista), no deberían tener derecho de autodeterminación. Esto es falso. El derecho de autodeterminación (en otras palabras, de poder decidir su propio futuro), es tan importante que está consagrado en el primer artículo del estatuto de las Naciones Unidas y se aplica para todos los pueblos. En 2008, la Argentina trató de limitar este derecho en la ONU, con el argumento de que no debía aplicarse a la gente que vive en territorios en disputa. Este intento fue rotundamente rechazado por los Estados miembros, y el derecho continúa siendo aplicado a todos los pueblos, incluyendo, por supuesto, a la gente de las Islas Falkland.

El Gobierno argentino argumenta que la población de las islas es una población “implantada”, e incluso que indígenas argentinos fueron expulsados de las islas por el Reino Unido en 1833.  Ninguno de estos reclamos constituye una base sólida para un análisis apropiado de los hechos históricos. La soberanía británica en las Islas Falkland data desde 1765, antes que el Virreinato del Río de la Plata fuese establecido por la corona española. Las islas nunca tuvieron una población “original” y ninguna población civil fue expulsada de las islas en 1833. Un pequeño regimiento militar argentino fue enviado a las islas ese año en un intento de imponer soberanía sobre el territorio soberano británico, y ese contingente fue expulsado, ante su rechazo de dejar pacíficamente las islas. Mientras que a la pequeña población civil que se encontraba en el lugar se le invitó a permanecer, y la gran mayoría aceptó. Los descendientes de esa gente forman hoy parte de la actual población, que lejos de ser exclusivamente de origen británico son el resultado de flujos migratorios voluntarios de diferentes países; de la misma manera que varios países de América del Sur fueron poblados. La única diferencia es que la Argentina tuvo una población indígena cuando los europeos llegaron, mientras que las Islas Falkland estaban despobladas.

Se escucha reclamos de que esto es un “anacronismo colonial”; y por supuesto las palabras “Colonia” y “colonial” tienen una cierta resonancia para mucha gente en este continente. Pero el status actual de las Islas Falkland difícilmente puede ser descrito como colonial; y ciertamente no después del referendo, en el cual sus pobladores demostraron, de manera fehaciente, que ellos están a cargo de su destino. El Reino Unido abandonó su pasado colonial cuando tomó la decisión de desmantelar su imperio luego de la Segunda Guerra Mundial. La mayoría de las entonces colonias lograron su independencia en los años venideros (en América esto ocurrió con países como Belize, Jamaica, Trinidad y Tobago, y Guyana).  Los territorios de ultramar británicos son excolonias que han elegido no ser independientes. No se les puede forzar hacia su independencia en contra de sus deseos. Pero siempre hemos demostrado visiblemente que si ellos desean cambiar su status constitucional, entonces nosotros los apoyaremos para lograrlo. Esto claramente no es una política colonialista.

El apoyo a la posición argentina no es a nivel mundial, como así señalan ellos. Por ejemplo, en la Cumbre de las Américas del año pasado, en Cartagena (Colombia), fue imposible acordar una resolución sobre las islas, en vista de que la unanimidad necesaria no fue posible. Recuerdo también que durante la Cumbre de la OEA en Cochabamba, a la cual asistí como parte de la misión de observadores del Reino Unido, al menos tres Estados miembros dieron su apoyo a los derechos de los isleños a la autodeterminación. Asimismo, el Tratado de la Unión Europea reconoce que las Islas Falkland son un territorio de ultramar británico.

El futuro de las Islas Falkland no será determinado ni por Argentina ni por el Reino Unido, sino por la gente que las habita, en su libre expresión de sus derechos bajo los Estatutos de las Naciones Unidas. La población boliviana puede elegir su futuro en elecciones democráticas cada cinco años, como lo hace la del Reino Unido y en otros Estados democráticos. Entonces, es correcto y apropiado que esta libertad se extienda también a la gente de las Islas Falkland. ¿Por qué no darle “una oportunidad a la democracia”?