Una lección de los últimos años es que algunas de las etiquetas económicas tradicionales han perdido sentido. Según el National Bureau of Economic Research (el grupo de economistas académicos que establecen las fechas de comienzo y finalización de los ciclos comerciales) la economía de Estados Unidos ha estado en recuperación desde mediados de 2009. Ésa es la fecha en que se considera que finalizó la recesión que comenzó a fines de 2007. Pero muchos estadounidenses, si no la mayoría, no la han sentido como una “recuperación”. ¿Y por qué debería sentirse como tal?

A pesar de pruebas irrefutables de que la economía se está expandiendo (se está produciendo más mercancías y servicios, que es la prueba básica de una recuperación) las condiciones económicas han sido horrendas. La producción total (el Producto Interno Bruto) ha superado su pico anterior a la recesión en sólo un escaso 2,5%. Aunque se han creado 5,7 millones de empleos de la nómina desde el punto más bajo, el empleo total está 3 millones por debajo del nivel anterior a la recesión. El agudo desempleo (7,7% en febrero) ha mantenido la cifra de trabajadores desempleados durante seis o más meses (40%) obcecadamente alta.

Aunque la economía satisface los criterios técnicos de una “recuperación”, aún está atascada en territorio recesivo. ¿Adivinen cómo lo vive la mayoría de los estadounidenses? La gente tiende a ver lo peor. Una nueva encuesta del Pew Research Center manifiesta que el 33% de los encuestados indicó “escuchar principalmente malas noticias”; el 7%, “escuchar principalmente buenas noticias”; y el 58% reconoció haber oído una mezcla.

El pesimismo público también refleja una falta de fe en las élites y los expertos. Tanto economistas como reguladores fracasaron en pronosticar la crisis financiera y juzgaron la recuperación incorrectamente. He aquí como lo expresa el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca en su último informe: “El pronóstico del Gobierno se excedió en su predicción del crecimiento de la producción en una pequeña cantidad en 2010, y en cantidades mayores en 2011 y la primera mitad de 2012.” Específicamente, el gobierno de Obama esperaba que el PBI creciera un 3% en 2012; la cifra real fue 2,2%. Los pronósticos privados fueron, en general, igualmente errados.

No es de sorprender que las viejas etiquetas parezcan menos relevantes. El crecimiento deslucido nos ha dejado en una nebulosa. Es una “recuperación” y no lo es; la “recesión” se ha acabado y no se ha acabado. Irónicamente, este modo de pensar puede impedir que veamos un giro favorable en los acontecimientos. Hay indicios de que los avances mayores en puestos de trabajo y producción se están alimentando mutuamente. Para decirlo de otra manera: podría haberse iniciado algo que se ve y se siente como una recuperación tradicional.

El mercado de la vivienda, dormido durante mucho tiempo, se está reactivando. Los precios y las ventas de viviendas han subido; los constructores de inmuebles están aumentando la producción para satisfacer una creciente demanda. Los préstamos han sido pagados o considerados incobrables. Desde fines de 2009, la proporción de deuda familiar e ingresos disponibles ha caído de un 130% a un 111%, según datos de la Reserva Federal. Probablemente aún esté declinando. En el mismo período, el mercado de valores en alza y el mayor valor de las viviendas han aumentado la riqueza de las familias en casi 10 billones de dólares.

La otra buena noticia es el mercado laboral. “En los últimos cinco meses… hemos visto más de 200.000 puestos de trabajo en el sector privado,” señaló el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, en su reciente conferencia de prensa. “Los reclamos de (seguro de) desempleo están en su nivel más bajo desde la crisis.” Así pues, dos fuentes principales de ansiedad e inseguridad de la clase media —puestos de trabajo y riqueza— están aflojando lentamente. La porción de propietarios de viviendas “sumergidas” (con hipotecas que exceden el valor de las viviendas) ha caído de un 21,2% a mediados de 2009 a un 14,8% en el tercer trimestre de 2012, informa Moody’s Analytics.

Nada de esto es concluyente. En años recientes, estallidos de alto crecimiento a menudo han precedido a meses de lentitud. “Pienso que una cosa que necesitamos es asegurarnos de que ésta no sea una mejoría temporaria,” dijo Bernanke. La Gran Recesión ha llevado a consumidores y empresas a gastar con cautela.

Entre otras amenazas para la recuperación encontramos: efectos secundarios adversos de los trastornos económicos de Europa; otro destructivo enfrentamiento entre la Casa Blanca y el Congreso por el presupuesto; la falta de incentivos que supone Obamacare para la creación de puestos de trabajo (ejemplo: habida cuenta que no se exige que las empresas de menos de 50 operarios proporcionen seguro de salud, la tentación es no contratar más de 49.) Los aumentos fiscales adoptados a principios de año, especialmente impuestos a la nómina más elevados, también podrían ralentizar el crecimiento. Lo mismo se aplica a los recortes de gastos del así llamado secuestro.

Aún así, podríamos tener una agradable sorpresa. Tras haber calculado excesivamente la fuerza de la recuperación durante años, ahora los aleccionados economistas podrían haberla subestimado. Quizás sigan equivocados, pero esta vez podría ser un error feliz. 

Es periodista estadounidense. © The Washington Post Writers Group, 2013.