Los resultados de las transformaciones de la economía boliviana tienen mucho que ver con el rol del Banco Central de Bolivia que, además de cumplir con su responsabilidad del diseño y ejecución de políticas monetaria y cambiaria del país, rompió el paradigma de la economía clásica, que reduce su papel al de regulador de la inflación, para constituirse en un promotor fundamental del desarrollo económico y social.

En medio de turbulencias internacionales recientes (2007/2008 y 2010/2011), episodios de alzas considerables de precios de productos básicos a nivel mundial amenazaron con incrementar la inflación nacional. Los efectos de la de-     saceleración económica internacional (2008/2009 y 2011/2012) incluso amenazaron con debilitar la actividad económica de Bolivia. Esto debido, en el primer periodo, a la crisis financiera internacional, originada en el mercado inmobiliario de EEUU y, en el segundo, a los efectos de la crisis de deuda soberana focalizada —sobre todo— en economías desarrolladas de la eurozona.

Controlar inflación y promover de-    sarrollo económico y social no es tarea sencilla. El contexto demandó el uso de instrumentos de política monetaria para equilibrar adecuadamente los objetivos. Se revirtieron rápidamente los episodios transitorios de alza de precios, y la inflación se mantuvo en niveles moderados (con una tasa promedio de 6,7%); además de un crecimiento promedio anual de 4,8%. Son resultados elocuentes de las políticas monetaria y cambiaria; también fiscal. 

La intervención del BCB en la regulación de la liquidez sin alzas pronunciadas de las tasas de interés fue posible gracias a la combinación de una política cambiaria de apreciación gradual del boliviano, lo que permitió aplacar los efectos de la inflación importada. La efectividad de estos instrumentos demandó la desdolarización de la economía, y revertir la orientación en la trayectoria del tipo de cambio de depreciación sistemática.

La bolivianización fue un logro destacable para la estabilidad financiera. La apreciación de la moneda, acompañada de estabilidad del tipo de cambio, fue positiva porque contribuyó a reducir presiones inflacionarias externas, propició estabilidad del mercado financiero y, principalmente, apuntaló al proceso de desdolarización y de inflación controlada. La caída de las tasas de interés activas dinamizó el crédito y contribuyó al crecimiento económico. El paradigma se ha roto. El BCB fue mucho más allá de su natural misión.

Podríamos abundar en efectos de las modificaciones al encaje legal que también contribuyeron a la desdolarización financiera o a la imaginativa promoción del crédito productivo en bolivianos, o al uso de las reservas internacionales, pero apuntemos mínimamente en que la respuesta del BCB de otorgar créditos a empresas públicas nacionales estratégicas representó un aporte directo a sectores productivos de gran relevancia en el desempeño económico del país, así como los títulos vendidos directamente al público,con mejores rendimientos que los que ofrecen a las entidades financieras, y que facilitaron el acceso de las familias a mejores rendimientos por sus ahorros. Para el BCB, esto significa “democratizar la política monetaria”. Los resultados están claros en el cambio significativo en la interacción entre población y autoridad monetaria.

Los aciertos tendrán que ser profundizados, sostenidos a la altura de los desafíos del contexto económico interno y externo. Entretanto, es saludable reconocer que lo hecho ¡está bien hecho!