Apagón planetario
El 23 de marzo, millones de luces se apagaron como señal de lucha contra el cambio climático
Mientras Bolivia terminaba de conmemorar la pérdida marítima el 23 de marzo, millones de luces se apagaban en el planeta a las 20.30, como señal de lucha contra el cambio climático.
Esa noche, parte del mundo (7.000 ciudades de152 países) mostró, por séptimo año consecutivo, su apoyo a esta campaña, por ejemplo con el desactivado de las luces de ciertos monumentos y edificaciones convertidos en íconos urbanos, los cuales se mezclaron con la oscuridad de la noche en homenaje a esa iniciativa. Entre ellos, la Muralla China, la Torre Eiffel (París), la Puerta de Brandemburgo (Berlín), la Torre de Tokio (Japón) y otros.
No cabe duda que la Hora del Planeta, que se realiza anualmente (el último sábado de cada mes de marzo) pretende motivar a grandes cambios en defensa de la conservación de la naturaleza y sus recursos, demostrando con ello que su cuidado ha comenzado a edificar cierto simbolismo, que está siendo apropiado especialmente por la niñez y la juventud. Primeros pasos de un éxito notorio que podría alentar a pensar que el futuro no está perdido para la Tierra.
A propósito de la concienciación, es importante recordarle a la ciudadanía que la luz eléctrica se genera —en buena parte— a partir de combustibles fósiles que emiten dióxido de carbono (CO2), y aquello supone —según escritos— la emisión de sustancias y gases que no sólo son nocivos para el medio ambiente, sino para la salud de la población.
La ciudad de La Paz no fue indiferente al apagón planetario, especialmente en el centro de la urbe, donde algunos ciudadanos decidieron quedarse a oscuras no sólo durante los 60 minutos, sino hasta finalizar la jornada. Velas y entusiasmo parecían confirmar que está creciendo en número la población que desea conocer más y motivar al resto a interesarse en la búsqueda de formas más eficientes y autosuficientes de usar la energía limpia.
Tampoco faltó la alegría con pequeños grupos musicales, que se apropiaron de ciertas vías paceñas y captaron la atención de la ciudadanía que pasaba por esos lugares. Si bien no fueron conciertos organizados, esas melodías interpretadas tenuemente se escucharon de forma agradable, dándole —junto a las velas ubicadas en el suelo— un carácter especial a las calles. Así, la ciudad ocasional hizo presencia, lo que fue digno de ser observado y disfrutado.
Asimismo, el apoyo de las redes sociales —como Facebook y Twitter— a esta campaña fue de gran valor, ya que durante una hora los mensajes en defensa de la Tierra y el apagón planetario no paraban de difundirse. Sin embargo, paradójicamente, el tipo de energía que aún requiere internet podría contradecir aquélla.
Resultan estimulantes los progresos de la Hora del Planeta en los últimos años, ya que se puede evidenciar que se están construyendo compromisos ambientales, los cuales comienzan a mostrar resultados en ejemplos reales. De igual manera es válido apreciar que, por una parte, ese gesto simbólico del apagón planetario en La Paz plantea a la ciudad una nueva posibilidad de vivirla y, por otra, revela que la presencia ciudadana es contundente en el escenario urbano como “experiencia viva”.