Conflicto por el Canal del Beagle
La mediación de un tercer Estado es una de las modalidades de arreglo pacífico de controversias
Más de un cuarto de siglo ha transcurrido desde que se logró la resolución del conflicto por el Canal del Beagle y la soberanía sobre las islas Picton, Nueva y Lennox, que enfrentó a Chile y Argentina por casi un siglo. Destaca el rol del papa Juan Pablo II, quien se convirtió, a pedido de ambos países, en el mediador para alcanzar la solución a la controversia; y el del cardenal Antonio Samoré, diplomático del Vaticano enviado por Juan Pablo II para intervenir ante los dos gobiernos en conflicto. La mediación de un tercer Estado es una de las modalidades de arreglo pacífico de controversias internacionales, el Pacto de Bogotá (1948) lo incorpora en sus artículos XI al XIV, y supone que ese tercero aproxima a las partes en conflicto, pero además ejerce un rol activo en el decurso de una negociación internacional, llegando incluso a sugerir y acomodar posiciones.
Chile y Argentina habían suscrito un tratado de límites en 1881 que se prestaba a varias interpretaciones. Chile sostenía que el Canal del Beagle y las islas de la zona austral formaban parte de su soberanía, mientras que Argentina no aceptaba del todo ese criterio. En 1902 ambos países habían suscrito el Tratado General de Arbitraje, por el cual sometían a procedimiento arbitral sus controversias. Basados en ese instrumento es que sometieron en 1967 a la Corona Británica (árbitro designado) este diferendo. Diez años más tarde, la Corona emitió el laudo arbitral que Argentina rechazó, calificándolo de “insanablemente nulo”. Gobernaban Chile y Argentina los tristemente célebres dictadores militares Augusto Pinochet y Rafael Videla. Ambos mandatarios de facto se reunieron el 19 de enero de 1978 para intentar llegar a un acuerdo que no se produjo, y por el contrario, comenzaron los preparativos bélicos. Chile rechazó la declaración de nulidad y pidió a Argentina que recurriese a la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya, por cierto un dato muy relevante para la historia de las relaciones diplomáticas en nuestro continente.
Karol Wojtyla, que asumió el papado en octubre de 1978, había manifestado su preocupación ante la tensa situación entre ambos países. Entonces el Papa tomó la iniciativa de enviar al cardenal Samoré a conversar con ambos gobiernos. El resultado fue la firma de dos actas (Montevideo, 8 de enero de 1979) en las que a tiempo de comprometerse a no hacer uso de la fuerza ambos Estados solicitaban la mediación papal. En diciembre de 1980 se produjo la primera etapa de la mediación. El propio Juan Pablo II entregó el documento Propuesta del Mediador, Sugerencias y Consejos a los cancilleres de ambos países. Chile aceptó el documento pero Argentina puso reparos, iniciándose una segunda etapa de negociación, que culminó recién tres años después, con la firma de la Declaración de Paz y Amistad, suscrita en el Vaticano el 23 de enero de 1984. La mediación papal continuó por intermedio del secretario de Estado del Vaticano, el cardenal Agostino Casaroli, quien en un solemne acto hizo conocer en octubre de ese mismo año que ambos Estados habían llegado finalmente a un acuerdo.
El 29 de noviembre de 1984 los cancilleres Jaime del Valle, de Chile, y Dante Caputo, de Argentina, suscribieron el Tratado de Paz y Amistad, instrumento que luego fue ratificado por los congresos de ambos países; y el 2 de mayo de 1985, los mandatarios canjearon las ratificaciones delante del papa Juan Pablo II. Chile y Argentina consiguieron así la ansiada paz, y desde entonces nuestros vecinos han desarrollado una fuerte estructura de relaciones en diversos campos, como el de la integración física, el intercambio comercial, la seguridad y la defensa. En Sudamérica quedan aún temas pendientes de resolución: el caso de las islas Malvinas y el del acceso libre y soberano de Bolivia al Pacífico. ¿Podrá la mediación ser un medio eficaz para resolver estos conflictos?